Vivimos los momentos más duros de nuestra existencia a nivel colectivo, una situación que no nos hubiésemos imaginado sufrir nunca. Esta crisis sanitaria se une a la incertidumbre del futuro, de cómo afectará la cuarentena a nuestro trabajo, a nuestras empresas, y cómo será el mañana después de la zanjar la crisis del coronavirus. Pero deberíamos aprender la lección y comenzar a debatir en el futuro sobre lo realmente importante y prepararnos ante la posibilidad de este tipo de episodios se repitan. Mis prioridades están muy claras: una economía fuerte permite afrontar el futuro con más garantías, y para eso hacen falta administraciones que no malgasten el dinero, que no utilicen sus presupuestos para hacer electoralismo, y evitar el derroche para destinar el dinero en infraestructuras que faciliten la producción. Aumentar los presupuestos públicos no siempre es sinónimo de mejor gestión. Gastar en lo imprescindible y tener dinero para lo importante, lo que hacen la mayoría de las empresas cuando se enfrentan a situaciones difíciles. Segundo, evitemos en el futuro dividirnos entre rojos y azules porque a la hora de la verdad todos estamos en el mismo espacio, en la misma sociedad, y juntos somos más fuertes. Tercero, evitemos en el futuro demonizar el turismo, de verdad. Si cuando hablamos de cuarentena de dos, tres o cuatro semanas ya sentimos un sudor frío sobre las consecuencias económicas, imagínense que los turistas no volviesen a nuestras playas, hoteles, bares y restaurantes. Cuando alguien piense en las molestias del turismo, que analice con cierta calma qué pasaría si desapareciese por completo. Por ello esta crisis, esta grave crisis, debe ser una oportunidad para priorizar nuestras necesidades básicas, pero también saber dibujar nuestro futuro con más responsabilidad. Pero tengo dudas de que los políticos actuales lo tengan claro.