En algún momento todo se nos fue de las manos y con la pandemia han aflorado nuestras debilidades y contradicciones. Seguramente habrá habido tiempo suficiente para pensar en nuestros errores durante tantas semanas de confinamiento y quizás durante el invierno más duro que recordaremos en nuestra vida sería un buen momento para analizarlo todo, rectificar errores, y afrontar los nuevos retos de la sociedad. Parece que queda muy clara nuestra total dependencia del turismo, lo que significa para el futuro de todos y cada uno de los turistas que llegan a las Pitiusas, lo que ha supuesto históricamente para muchas generaciones, y la necesidad de no reabrir más debates sobre si sobran turistas o reivindicar playas solo para residentes. ¿Alguien sigue pensando que sobran turistas?

También se nos ha ido de las manos la nula política sobre inmigración, la falta de control sobre las personas que han llegado sin ningún filtro a nuestro país durante años. Es una gran paradoja que mientras haya hoteles que se cierran por falta de turistas en Canarias otros se reabren para alojar a inmigrantes que llegan en pateras. Es un momento para reflexionar sobre ello. Otro asunto que debería preocuparnos es la debilidad de nuestro sistema educativo, la necesidad de reforzar la infraestructura, pero también aumentar el nivel. Hace años que España está a la cola en Europa en nivel educativo y parece que ya ni nos preocupa. Mientras se ha demostrado la fragilidad de nuestro sistema educativo, se mantiene la enorme estructura administrativa, política y burocrática.

Las empresas han ido reduciendo gastos en estos meses, pero en la administración la vida sigue igual. Ni han tenido el gesto de rebajarse el sueldo un mísero 10 por ciento aquellos políticos que han endeudado la estructura política hasta límites indecentes para obtener una foto o con el fin de intentar ganar las siguientes elecciones. Hay motivos más que suficientes para pensar que muchas cosas se han hecho mal.