Formentera va dando por cerrada su breve temporada turística 2020, un año sin duda para olvidar, aunque inolvidable. Ya son pocos los negocios de verano que siguen abiertos (trabajando a tope, por cierto), la mayoría de hoteles también han echado el cierre y unas pocas tiendas han colgado el cartel de «Se Traspasa».

La finalización de la Formentera Fotográfica y la Formentera 2.0 han despedido a los últimos grupos numerosos de turistas y ahora quedan algunos sabios visitantes, que conocen bien la isla y saben que este es el mejor momento para disfrutar de sus playas, pasear por caminos interminables y gozar de una tranquilidad imposible en agosto.

Los residentes también disfrutamos de esa paz, pero no se engañe, es ‘calma chicha’. Los marineros se refieren con ese término a un estado de ausencia de viento, un estado de tranquilidad, aunque con visos de no ser duradera y con pinta de que el temporal puede presentarse en cualquier momento. El viento y la lluvia han dejado un ambiente muy agradable, la carretera empieza a estar casi vacía y ya no hay grandes colas en las panaderías. Es una gozada acercarse a las playas con el agua todavía a 24 grados, eso por lo que respecta a la «calma».

Pero también está la ‘chicha’, la incertidumbre de que va a pasar: ¿Aquellos que solo han podido trabajar un par de meses, podrán superar el invierno?, ¿El 2021 traerá más de lo mismo, o será peor?, ¿Volveremos a vivir un nuevo confinamiento? Ante todas estas inquietudes, estaría bien que aflorasen nuestras mejores capacidades como ser humano: la empatía, la solidaridad y el sentido común. Buena falta nos van a hacer, con la que nos va a caer encima.


Este es un problema global y sino pregúntele a Trump, que parece haber dejado los chupitos de lejía y ha pillado el ‘bicho’.