Un fariseo pregunta a Jesús: Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley? Jesús no duda y responde: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, y añade: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostiene toda la Ley y los profetas. Son los más importantes y los demás dependen de estos dos. Hemos sido creados para amar y ser amados. El amor da impulso y fecundidad a la vida y al camino de fe; sin amor, tanto la vida como la fe permanecen estériles. Dios, que es Amor nos ha creado para hacernos partícipes de su vida, para ser amados por El. Y para amar con El a todas las demás personas.

El amar a Dios en las criaturas a veces resulta muy difícil. Yo, ¿cómo amo a Dios sobre todas las cosas? Puede ser, en varias ocasiones, sabroso o desabrido amar a Dios y amar a nuestros semejantes. El que ama a Dios de verdad ama también a sus hermanos. Hemos de ver por el auxilio divino, a nuestros hermanos, hijos del mismo Padre, redimidos por la misma sangre de nuestro Señor Jesucristo. En la primera carta de San Juan, leemos: “Dios es Amor y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él”.

Hoy en día se habla mucho de amor, de solidaridad, de ayudar al necesitado, pero no amamos como Dios quiere. Todo pecado es falta de amor. La soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. Todos estos pecados capitales ofenden a Dios. Recordemos las palabras de San Juan de la Cruz: “Al atardecer de la vida se nos examinará sobre el amor”. Donde hay amor, no hay temor.

Y éste es el Mandamiento del Señor: Amaos unos a otros como Yo os he amado.María, en la mañana?. A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. Resucitó de veras mi amor y mi esperanza.