Pedro Sánchez está haciendo magia y batiendo récords. No me refiero sólo a récords de paro o déficit, sino a récords de falta de credibilidad. Nunca un presidente mintió con tanto descaro y consiguió, como por arte de magia, que sus adeptos aplaudieran la misma medida y la contraria en el mismo día.

Una mañana, Sánchez se levanta patriota y asegura que no pactará con Bildu; a la siguiente acerca a varios presos de ETA y pacta los presupuestos con su sucursal en el Congreso. Otro día asegura que no puede bajar el IVA de las mascarillas porque Europa lo impide y al siguiente anuncia a bombo y platillo que lo bajará tras hacerse público que desde el 9 de mayo se puede efectuar dicha reducción sin temor a sanciones por parte de la UE. Una tarde, Sánchez y el ignoto equipo de expertos dicen que la mascarilla no es necesaria y a las pocas semanas resulta imprescindible. Otro día esos mismos ‘expertos’ dicen que hacer PCR en origen a nuestros visitantes no sirve para nada y ahora resulta que es una medida sin la cual no podemos avanzar.

Un día el PSOE brama por la libertad de prensa y al siguiente anuncia un Ministerio de la Verdad para censurar aquello de lo que recele el autócrata monclovita. La única certeza es que en el Gobierno hacen magia y convierten lo inncesario en imprescindible y lo superfluo en esencial. Lástima que Sánchez e Iglesias se parezcan más a Seamus Finnegan y Neville Longbottom que a Hermione Granger y Albus Dumbledore. Hasta la fecha, sus hechizos tan sólo han servido para acabar con la cultura, el comercio y la credibilidad del Gobierno. Esperemos que dejen de hacer magia negra cual Gellert Grindelwald y Lord Voldemort y empeicen a actuar como líderes de un país que se ahoga en la angustia y la incertidumbre.