El arcángel Gabriel comunica a la Santísima Virgen su maternidad divina, recordando las palabras de Isaías que anunciaban el nacimiento virginal del Mesías y que ahora se cumplen en Santa María. La Anunciación a María y Encarnación del Verbo es el hecho más maravilloso, el misterio más entrañable de las relaciones de Dios con los hombres y el acontecimiento más transcendental de la Historia de la humanidad. ¡ Que Dios se haga Hombre y para siempre! Y, sin embargo, el día en que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad asumió la débil naturaleza humana de las entrañas purísimas de Santa María, nada extraordinario sucedía, aparentemente, sobre la faz de la tierra.

Dios, desde toda la eternidad, eligió a María para que su Unigénito Hijo tomase carne y naciese de Ella en la plenitud dichosa de los tiempos; y en tal grado la amó por encima de todas las criaturas que sólo en Ella se complació con señaladísima complacencia. Este privilegio de ser virgen y madre al mismo tiempo, concedido a Nuestra Señora, es un don divino, admirable y singular.

Dios tanto engrandeció a la Madre en la concepción y en el nacimiento de su Hijo, que le dio fecundidad y la conservó en perpetua virginidad.

Que Santa María, la llena de gracia, Purísima Virgen antes del parto, en el parto y después del parto, se digne alcanzarnos para todos la salud, el amor y la paz.