Ibiza está en una situación crítica, no sólo por la pésima gestión de los diferentes actores políticos, sino por nuestra falta de responsabilidad. Empezando por un servidor, animal social al que le cuesta sobrevivir sin su café en Es Pi Ver.

Sobrepasamos los 1.500 casos activos, somos el segundo territorio del Estado con mayor incidencia y tenemos casi medio centenar de familias cercenadas por el dichoso virus. Todo ello no parece ser suficiente para que tomemos consciencia y nos impliquemos activamente para frenar el avance devastador de esta oleada de muerte, crisis económica y recesión social.

La Administración está haciendo como nosotros: errar como si no hubiera un mañana. El ritmo de vacunación en nuestro archipiélago es ridículo, las vacunas siguen sin llegar y su distribución es más que injusta con nuestra isla, mientras la presidenta se va de copas fuera de horario u organiza cenas con 26 comensales de su equipo de gobierno, cuando se limitan las reuniones sociales a 6 individuos. Pero limitarnos a retratar la mala gestión de nuestros representantes puede saciar nuestras ganas de responsabilizar a alguien, pero no nos va a curar. Está en nuestras pequeñas acciones salvar vidas y empleos.

Para ello es necesario que los sanitarios reticentes se vacunen, que nos quedemos en casa y que frenemos para poder volver a avanzar. Tenemos que probar nuestra condición de seres racionales y empezar a comportarnos con responsabilidad colectiva si queremos que nuestros mayores no sigan muriendo, que nuestro vecino restaurador no eche el cierre, que nuestra amiga enfermera deje de doblar turnos sin dormir o simplemente si queremos volver a bailar, tomarnos una copa o ir al teatro sin riesgo de morir o provocar más dolor. Es una cuestión de todos.