En 1977 se produjo la primera manifestación ecologista en Eivissa para impedir la urbanización de ses Salines. Un paraje donde el planeamiento urbanístico del municipio de Sant Josep preveía 20.000 plazas turísticas.

La movilización ciudadana provocó la paralización de todos los proyectos urbanísticos y en 2001 el Parlament aprobó la ley que declaraba esta zona, además del norte de Formentera, como Parc Natural. Una figura proteccionista que apenas ha traído inversiones públicas de relieve.

A parte de los estanques salineros, pocos indicios más indican que uno se encuentra en un parque natural. De hecho, la bienvenida a ses Salines te la da una discoteca, las ruinas de un delfinario y una mini plaza de toros.

La última polémica ha saltado con la muerte de varios flamencos tras chocar con los tendidos aéreos que cruzan la zona. Hace más de tres legislaturas que existe un proyecto para soterrar los cables con fondos estatutarios, una inversión que unos y otros han dejado perder al no ejecutar las obras en el tiempo previsto.

La protección del medio ambiente no es una de las prioridades de los políticos en Eivissa, por mucho que afecte a un parque natural como el de ses Salines.