Último concierto de Pau Donés en Ibiza en 2017. | MARCELO SASTRE

Cuenta Jordi Évole que un día sonó su teléfono, desde el otro extremo un hilo de voz le susurró: «Te ofrezco una entrevista como nunca se la he dado a nadie, porque me estoy muriendo».

Era Pau Donés. Aquél documento se convirtió en Eso que tú me das, un poderoso artefacto sobre la vida y la muerte al que ni la pandemia pudo robar protagonismo en las salas de cine. Más arrollador fue su estreno televisivo del pasado mes de febrero en LaSexta, con un 17.9% de share. Coincidiendo con el primer aniversario de la muerte del cantante catalán, rescatamos las sensaciones que nos deja el documental.

«Estoy aquí para hablar de la vida, no de la muerte», subraya Donés al inicio, revelando una actitud de fortaleza que quiso mantener hasta el fin. Según Évole, ese día se levantó nervioso, de mal humor y gruñón. Empezó la entrevista con la voz mermada, pero la acabó cantando frente a un embriagador paisaje de la Vall d’Aran. Donés murió dos semanas más tarde en su casa, cerca de ese mismo paraje que eligió para despedirse de la vida. Tan alejado del mundanal ruido de una carrera en la que había alimentado, y de qué manera, a su Kerouac interior. Porque si algo caracterizó al autor de La flaca fue su incontenible pasión por coleccionar escenas de vida.

Viendo el documental me vino a la mente ese tango en el que Gardel le canta al orgullo de haber sido y al dolor de ya no ser. Qué tremenda es la vida. Siempre he dicho que demasiado es exactamente suficiente. Supongo que esa máxima encaja con la filosofía de Donés. Así como su determinación de plantar cara al miedo –lo subraya constantemente–.

En especial al miedo a vivir, ése es el peor. El miedo atenta contra la felicidad. El miedo al rechazo, el miedo al amor no correspondido, el miedo a aquel instante que pudo cambiarnos la vida y dejamos escapar con estupor. El miedo es un enemigo poderoso -no importa lo mucho que corras, hay demonios de los que no puedes escapar.

En el documental, Donés aborda otro tema fascinante: el pasado. Habla de él sin nostalgia.

Qué difícil es hacerlo. Por el camino nos deja perlas de sabiduría, y uno no puede sino sentir una sana envidia de su vida. Con todo, el artista no nació enseñado, sabía que las buenas decisiones vienen de la experiencia, y ésta nace de las malas decisiones. Y en ese equilibrio radica la felicidad. Al final, Eso que tú me das es un canto a la vida que te deja un sabor agridulce y la sensación de que esta vida se merece otra.