El detenido por el asesinato del menor de nueve años de Lardero (La Rioja), acompañado de varios guardias civiles, sale del cuartel de la Guardia Civil durante su paso a disposición judicial, a 31 de octubre de 2021, en Logroño, La Rioja (España). | Guardia Civil

Ha vuelto a pasar. La secuencia y el ciclo se repiten. Cambia la cara del monstruo, el número de atrocidades perpetradas o el modus operandi pero su nombre va ligado a muerte, a dolor. Dolor hasta morir el que sentirá de por vida la familia del pequeño Álex, una penumbra que conocen muy bien las familias de Diana Quer o la del pequeño de 8 años Gabriel Cruz. El de Francisco Javier Almeida es el último nombre que se suma a una lista negra en la que figuran criminales como José Enrique Abuín, alias El Chicle, o Ana Julia Quezada. Almeida ya tenía un currículum criminal cuando, con engaño, se llevó a Álex del parque donde jugaba con sus amigos. Minutos después, el pequeño de 9 años yacía entre las manos de su verdugo. «He visto de todo pero esto es lo peor sin duda. El peor día de mi vida». Palabras de uno de los agentes de la Guardia Civil que acudió la noche del jueves al número 5 de la calle Río Linares de Lardero. La experiencia y vivencias no son analgésico suficiente para digerir la atrocidad que presenciaban.

Nuevamente estamos ante uno de esos crímenes que remueven entrañas. Y nuevamente, el sistema ha vuelto a fallar con estrépito. Mientras las autoridades bregan sobre la prisión permanente revisable, por la calle siguen pululando animales, monstruos capaces de violar o asesinar a un niño. El Chicle acabó con la vida de Diana Quer para tapar una violación. Francisco Javier Almeida ya había matado con anterioridad a una mujer y violado a una niña. Los beneficios penitenciarios y las grietas del sistema aceleraron un nuevo crimen, una nueva monstruosidad. Lo peor de todo es que el caso de Álex no será el último porque hay monstruos permanentes. Y en ocasiones, sin revisión.