El Rey del Universo es Jesucristo. Su reino no está basado en el poder político, en el económico o en la fuerza de las armas. Habiéndose ofrecido en el altar de la cruz, el Señor ha entregado al Padre un reino eterno y universal, el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz. Si obedecemos los mandatos de Cristo, podremos vivir eternamente con él en el reino del cielo. En el misterio de la Encarnación-primer misterio de gozo del santo rosario el ángel anunció a María: «¡Alégrate, María, el Señor está contigo.! Darás a luz a un niño y le pondrá por nombre Jesús. Será grande, reinará en la casa de Jacob y su reino no tendrá fin».

Los ángeles, al nacer Jesús anunciaron la paz en la tierra. Luego, unos humildes pastores que velaban sus rebaños tuvieron la dicha de contemplar al Niño Dios. Los magos en Jerusalén preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo». En el interrogatorio de Pilato, éste le pregunta: «¿Tú eres Rey?». «Tú lo has dicho: soy rey, pero mi reino no es de este mundo. Yo he venido a este mundo para dar testimonio de la Verdad», responde. «¿Qué es la verdad?», pregunta Pilato a Jesucristo. No se dio cuenta que ante él tenía la verdad. La verdad absoluta es Dios.

Recordemos al ladrón arrepentido: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino». Las palabras de aquel hombre crucificado con el Señor no podían ser más claras y consoladoras: Hoy estarás conmigo en mi Reino. Finalmente, en la parte superior de la cruz de Jesús había escrito en hebreo, griego y latín: «Este es Jesús, Rey de los judíos». A Jesucristo, Rey del Universo todo honor y toda gloria. Aparentemente, Jesús fracasó, pero resucitó y vive para siempre. A Él el honor y la gloria para siempre, al que es el Rey de los reyes y Señor de los señores.