Así se encontraba la marquesina hasta este jueves por la mañana. | Marcelo Sastre

No recuerdo bien el año, pero debía de ser entre 1998 y 1999. Convocatoria de rueda de prensa: la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, inaugura un nuevo jardín en el Cabanyal. Yo trabajaba en la desaparecida Canal 9, ahora rebautizada como Àpunt, y hasta el barrio de antiguos pescadores nos dirigimos el cámara y yo para cumplir expediente. Al llegar al punto exacto donde debía de estar el «jardín» nos encontramos con un espacio yermo, seco, ni una planta. Los medios de comunicación que allí estábamos comentábamos la situación entre sorpresa e incredulidad. A los pocos minutos una hilera de coches oficiales negros aparcan en la zona. De uno de ellos baja la flamante alcaldesa con la energía y el desparpajo del que ella hacía gala. Se acerca a nosotros saluda e inmediatamente se da cuenta de la situación. Le cambia la cara, coge el teléfono y con toda la contundencia (que les puedo decir que era mucha) y muchísimo cabreo, hace una llamada: «¡María Jesús (Puchalt, concejala de Parques y Jardines en la época) aquí no hay plantado ni un champiñón!» A los pocos minutos una decena de brigadas con camiones cargados de plantas transformaron la zona ante los ojos de los periodistas en un vergel.

Plantaron de todo en tiempo récord y Rita Barberá inauguró su jardín. Este episodio que viví en primera persona, me ha venido estos días a la cabeza a cuenta de la historia de una marquesina en Ibiza que han tenido que limpiar unas vecinas de la Avenida España, ante la impasividad de los responsables municipales durante más de un año. ¡Un año! Para limpiar una marquesina. Que si no me toca a mí, que si le toca al Consell… señores políticos, no pueden ser tan incapaces. No digo yo que Rita fuera ejemplo de nada, pero desde luego de efectividad lo era y el caso de la marquesina es para que alguien en Can Botino hiciese una llamadita y una brigada se plantase ipso facto para limpiarla. Pero claro, hay que hacer el gran esfuerzo de coger un teléfono.