El momento en el que Smith da una bofetada a Rock durante la gala de los Oscars. | Reuters

Una sonora bofetada reanimó la soporífera gala de los oscar. Por algo ya sentenció Teophile Gautier –todavía no había estallado la Gran Guerra—, aquello de: «¡Antes la barbarie que el aburrimiento!».

Lo que no entiendo es tanto rasgarse las vestiduras. Al fin y al cabo en Hollywood se cargan a miles de personas cada año. Es una pantalla asesina donde reina la violencia más extrema de la forma más absurda. Ahora bien, si alguien muestra una teta o fuma un tabaco, lo condenan al ostracismo del «no recomendado».

Y ahora amenazan hacer lo mismo porque Will Smith, tirador del Escuadrón Suicida y angélico caddie Bagger Vance, ha soltado en directo un tortazo al presentador por una burla de mal gusto a su señora. ¡Ah, si la mujer hubiera arrojado un par de aromáticos stilettos al impertinente pelmazo, seguro que la ovación general habría sido estruendosa! Eso es lo que hizo Norma Duval –tal y como recordaba ayer en su columna Alfonso Ussía— durante un programa de radio de Luis del Olmo. La furia ibérica de la hermosa artista fue descargada con un zapato volador de tacón vertiginoso. A punto estuvo de acabar con la carrera coñona de Jimmy Giménez-Arnau, quien no gritó ¡cuerpo a tierra! pero se parapetó bajo la mesa. La española cuando pega, pega de verdad.

Vivimos tiempos de absurda corrección política donde el agudo sentido del humor está en vulgar decadencia. Por eso se escriben guiones infumables y se presentan sosas galas, con bromas pesadas sin ingenio alguno. ¡Y eso que entre cómicos anda el juego! El aburrimiento es peligroso y suele acabar en barbarie.