El 23 de abril, la humanidad celebra el Día Internacional del Libro. Aquí lo conocemos como Sant Jordi y añadimos la leyenda del dragón y el regalo de la rosa, lo que me parece genial, todo sea por reivindicar los libros.

En el resto del mundo se trata de un día simbólico para la literatura mundial, promovido por la UNESCO y no es una fecha escogida al azar, ya que ese día de 1616, fallecieron Cervantes, Garcilaso de la Vega y Shakespeare, ni más ni menos.

Aprovecho para recomendarles la película de Inés París «Miguel y William» en la que la cineasta recrea un imposible encuentro entre Cervantes (encarnado por un brillante Juan Luís Galiardo) y un joven Shakespeare (Will Kemp). Lejos de unir sus respectivos talentos literarios, acaban enamorándose de la misma mujer y utilizando sus habilidades con las letras, para encandilar a su amada, en una divertida sucesión de situaciones surrealistas.

Volviendo a los libros, debemos refugiarnos de nuevo en ellos. En estos tiempos en los que no hacemos más que leer tonterías en las malditas redes sociales, que nos abducen adictivamente, deberíamos sacar tiempo para sentarnos frente a un buen libro y gozarlo.

Como dice la canción: Todo está en los libros Las nieves de Kilimanjaro, la vida en el Mississippi, Canterbury, París, Lisboa, San Juan, Santiago, San Fermín, las mil y una noches, los Vedas, Nueva Orleans, Sebastopol, Venecia, Nápoles, Atenas, Don Juan, Gargantúa, Hiperión, todo está en los libros.

En ellos podemos descubrir extraordinarias aventuras, que nos conviertan en compañeros de viaje del capitán Nemo, Hércules o el más cercano Sigurd, el rey vikingo de Noruega que prendió fuego a sa Cova des Fum de la Mola, para hacerse con el tesoro de los piratas musulmanes.

Lo dicho: todo está en los libros.