Libros versus Pantallas. | Pixabay

El día de Sant Jordi en uno de los puestos de una librería me encontré con una conocida y su hijo y ella me comentaba que intentaba buscar un libro que consiga separar al chico un rato de la tablet.

A pesar de que todos conocemos los valores de la lectura, los aportes que hace un libro sobre el lector y del mismo modo también identificamos los riesgos del uso excesivo de pantallas, me da la sensación que en este enfrentamiento, si no existe concienciación, ganan las tecnologías.

La mayoría de los menores se relacionan antes con una pantalla que con un libro, a los pocos meses de vida ya interactúan e incluyen en su día a día la tecnología. Digamos que la primera desventaja sería que el libro llega a sus manos bastante después que la pantalla y con menos tiempo de uso. La presencia de las pantallas genera un hiper-entretenimiento que condiciona la relación con otros elementos analógicos como los libros que en bebés suelen buscar estimular de manera simple con los colores, la textura y el sonido.

Por un lado, la tecnología tiene por finalidad que la persona pase el mayor tiempo posible usándola, para ello fomentan tres aspectos esenciales que generan dependencia: la estimulación gráfica, la estimulación sonora y la interacción con el contenido. Desarrollando y adaptando tanto estos aspectos que hacen que los usuarios no tengan que imaginar, ni hacer muchos esfuerzos para pasar horas y horas consumiéndola.

Al contrario, la banda sonora de un libro o el sonido se produce en la imaginación del lector, el diseño gráfico puede venir acompañado en las lecturas infantiles o juveniles por algún dibujo pero el grafismo de la trama se produce en la imaginación y la interacción entre libro y lector no viene incentivada por notificaciones o reclamos, parte del interés por el contenido. Es decir, los libros activan la mente y requieren esfuerzo cognitivo.

Hablamos de dos aspectos muy diferenciados que influirán de manera significativa en el desarrollo psicoevolutivo de los menores. Tenemos la pasividad de las pantallas frente a la activación imaginativa del libro. Esfuerzo frente ociosidad. Si comprendemos el valor del libro frente a la estimulación inmediata y fácil de la pantalla quizás fomentaremos con mayor interés el amor por la lectura.

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