El mamotreto de hormigón ubicado en Sa Punta de sa Torre (Portinatx) no tuvo suficiente con recibir el premio «formigó» por haber depredado media montaña e incluso instalar un muelle ilegal que se vieron forzados a retirar, sino que esta semana ha decidido que para defender el falso ecologismo que preconizan lo mejor es añadir más cemento al fondo marino e invadir de nuevo el dominio público marítimo-terrestre para construir unas escaleras que permitan a sus clientes bajar directamente al agua (en una zona no habilitada para el baño, por cierto). Todo ello ante la mirada ciega de la Demarcación de Costas, que parece estar más pendiente de cerrar chiringuitos y terrazas inocuos para el medioambiente que de perseguir a los verdaderos infractores que actúan con tanta prepotencia como impunidad.

Su defensa del medio ambiente es simple y llanamente humo. Un humo con el que embaucan a sus ignorantes clientes que se creen el montaje de sostenibilidad y harmonía mística con el que les vacían los bolsillos. Por mucho que se esmeren, los influencers a los que invitan para un trabajado greenwashing y la publicidad no les servirán para esconder su auténtica naturaleza: depredadores de territorio con piel de ecologistas. Han hecho de la falsa sostenibilidad su negocio.

Pero lo peor es que venden el estilo de vida ibicenco como si tuviera algo que ver con el yoga, la meditación, las dietas detox o los rituales chamanistas. Su indecencia es proporcional a su ignorancia.

La llegada a Sant Joan de Six Senses no ha podido causar más indignación, no sólo por el nefasto impacto ambiental que están causando, sino por robar trabajadores a negocios de toda la vida de la zona. Los únicos defensores que les quedan son las bocas agradecidas que se alimentan de su limosna.