Dicen que la ironía es patrimonio de los inteligentes mientras que el sarcasmo es más propio de los mediocres. A mí me produce cierto sonrojo observar a quienes, creyéndose dotados de una inteligencia superior, aparentan echar mano de la ironía y lo único que les sale es el sarcasmo, definido este como una burla punzante o hiriente.

Llevo dándole vueltas a esto desde que el alcalde de Ibiza comentó el pasado lunes, con la complicidad de su pelota de turno (que nos cuesta casi 50.000 euros al año y no tiene ni carrera universitaria), que si las obras de Isidor Macabich se hacen hoy y no antes es porque «hubo una pequeña pandemia».

En el pequeño mundo de Rafa Ruiz, esa «pequeña pandemia» se llevó por delante la vida de 180 residentes en Ibiza y, de paso, desbarató la economía de buena parte de las almas de esta isla. Su respuesta a los comerciantes de Isidor Macabich, desesperados porque les cuesta dinero levantar la persiana por culpa de la reforma de la avenida, es insultante. Demuestra que carece de cualquier tipo de empatía. Y, además, que gobierna la ciudad como si esto fuera Twitter y su función la de trolear a todo el que no piense como él.

A Ruiz le viene el cargo muy grande. Le sobra soberbia y le falta cintura para asumir la crítica. Incapaz de entender que gobierna para todos, no se puede esperar que planifique sin pensar en las próximas elecciones. Y es que ese es el único argumento que justifica haber retrasado las obras de Macabich hasta abril de 2022. Ojalá el año que viene los vileros no pierdan la memoria y no se dejen engatusar por campañas de propaganda levantadas sobre la ruina.