Venta ambulante en ses Salines. | Toni P. - Archivo

Pasan los años, pasan los equipos de gobierno en los ayuntamientos, pero hay una cosa que permanece inalterable en esta Ibiza que a veces va de luxury total pero que, visto lo visto, se tira más al mercadillo: los vendedores ambulantes. Y es que, por muchos esfuerzos que pongan los ayuntamientos, y me consta que se afanan por atajar esta lacra crónica, todos los años, en cuanto empieza el calor y aparecen los primeros turistas, las calles, las playas y todo lugar donde pueda haber un incauto con dinero en el bolsillo queda cubierto por alguno de estos vendedores.

En San Antonio, por ejemplo, este colectivo está formado en su inmensa mayoría por súbditos senegaleses. Y si hace años se les veía como algo anecdótico e incluso con cierta simpatía, con el paso del tiempo se han organizado de tal manera y han ampliado de tal forma su cartera de productos que la mayoría de los pequeños comerciantes que pagan sus impuestos y tienen que sufrir su brutal competencia desleal han pasado a temerles. Más de uno ha tenido que padecer cómo alguno de estos ‘simpáticos’ vendedores les ha amenazado simplemente por pedirles que, en sus propias terrazas, se corten de ofrecer sus productos, tanto legales como ilegales, a los turistas. Incluso alguno de estos ‘simpáticos’ vendedores han llegado a entrar en los propios comercios a amenazar a sus propietarios por el mero hecho de haber puesto en conocimiento de la Policía Local su presencia en las inmediaciones de sus negocios.

Y, mientras tanto, la policía hace lo que puede con la dotación que tiene mientras estos escurridizos vendedores, que tiene ojos por todas partes y que en ocasiones cuentan con la ayuda de algún que otro camarero de alguna que otra terraza, siguen campando a sus anchas. ¿Qué pasará cuando les dé por vender bebidas y bocadillos junto a esos locales? ¿Seguirán teniendo este tipo de colaboración? A lo mejor hay que explorar ese territorio para acabar con la lacra.