La semana pasada me sumé al derecho a discrepar, a escuchar incluso a quien está en una posición contraria a la tuya en aras de primar el diálogo y no quedarnos encogidos en nuestra soberbia de creer que siempre tenemos la razón, me he tragado el sapo al leer una carta de un lector a un diario nacional que es ofensiva con las mujeres. Diría que ofende a la humanidad.

Estoy tentada de hurtarles el oprobio por no dar más publicidad pero siendo fiel al oficio, reproduzco algunas de las palabras del sujeto en su carta que titula La caída de la natalidad y en que arguye que semejante desplome de la población se debe a «una sociedad en que las mujeres solo viven preocupadas en hacer deporte, tatuarse y cuidar perros. ¡Qué lejanos quedan aquellos tiempos en que las mujeres eran femeninas, dulces y vivían entregadas a la honrorísima tarea de obedecer a su marido y cuidar de su casa y de sus hijos!»

Este ser con nombre y apellidos en qué galaxia habita, se quedó dormido en los tiempos en que las mujeres aguantaron caricias que escondían dominio, piropos que eran la máscara de los insultos, ordeno y mando por la santa madre iglesia y porque lo digo yo (ese que se presentaba como atento novio o marido) o a las que se les negó el derecho a estudiar, a pensar, a las mujeres que decían sí cuando querían decir no pero el miedo les sellaba los labios, son esos los tiempos son los que añora este ser con nombre y apellidos, Fernando Alés Villota?

El diario que publicó esta carta disfuncional se ha disculpado ante la avalancha de quejas de lectoras y lectores que no entienden que semejante libelo haya visto la luz. ¿Cómo es posible que frases menos ofensivas les valgan la condena incluso multas y cárcel a quien las profiera, y un periódico de carta blanca a quien ofende a las mujeres? Todos nos equivocamos, sí, pero algunas equivocaciones también tienen doble lectura.

Cuando la leí creí que se trataba de un bulo, de alquien que se sirve de un programa informático para simular que ese insulto de papel tomaba forma y se sustanciaba en una carta al director. Ni en el peor de los TikToks me hubiera imaginado semejante sarta de, no solo insultos machistas, sino majaderías, sinsentidos de alguien que ni piensa ni lee. Un genuino misógino. Por desgracia aún quedan.