Han pasado unos días y continuo pensando en los datos que han expuesto en la investigación realizada por la Red Jóvenes e Inclusión y la Universitat de les Illes Balears (UIB) sobre el consumo de pornografía en adolescentes. No es que lo aportado me haya sorprendido, dado que los percibo diariamente en mi praxis profesional, si no por la rápida expansión y la consolidación del porno en la vida de los más jóvenes a través de las nuevas tecnologías.

Es unánime por parte de los especialistas la demanda de implementar programas de educación afectivo sexual en los centros escolares. Según Lluis Ballester investigador social y profesor de la UIB «La educación sexual debería ser tan importante como las matemáticas». Analizando los datos de este y de diferentes estudios se podría reflejar que la adolescencia está siendo educada sexualmente por el «porno», ya que los chicos y chicas no obtienen información por los cauces pedagógicos. Además en las familias cuesta mucho tratar este tema, bien sea, porque en ocasiones se considera tabú o porque los componentes culturales condicionan su abordaje. Así que la industria pornográfica es el yacimiento de información en esta materia.

Teniendo en cuenta que los progenitores a priori son los más indicados para hablar con sus hijos e hijas de sexualidad, sería conveniente que tuviesen conocimientos adecuados sobre la materia. Esto implicaría una preparación previa sobre el tema, también sería interesante reflejar en la conversación la percepción que el progenitor tiene sobre la sexualidad combinando los aspectos físicos y emocionales que conforman la educación sexual.

Por otra parte, se produce una interesante coincidencia, la edad media de uso habitual del móvil en menores es a partir de los 8 años y el estudio, mencionado con anterioridad, establece que la primera experiencia con la pornografía los menores la tienen a los 8 años. ¿Es solo una coincidencia?

Teniendo en cuenta que lo tienen accesible a golpe de clic en el teléfono, que les motiva el acceso a lo prohibido, que lo comparten, que les resulta gracioso y atrayente, etc. La consecuencia es que pueden tener una visión de la sexualidad totalmente desvirtuada, estereotipada, machista, peligrosa, etc., que para un adolescente se puede convertir en su cruda realidad. De hecho, algunas fuentes establecen que unos 30.000 jóvenes están en tratamiento como consecuencia del consumo de porno.

Para que una acción preventiva tenga la máxima validez posible conviene realizarla con anterioridad al hecho. Si reconocemos que los móviles son un yacimiento de información y aprendizaje para los jóvenes, antes de regalarle uno deberías tener una conversación sobre sexualidad. Y se te parece demasiado pequeño para ello, quizás también lo es para tener un smartphone.


ivancastroconsulta@gmail.com