"Un lugar con playas maravillosas que podemos disfrutar varios meses sin que nadie nos moleste".

Soy un afortunado de vivir en Ibiza. Así, sin coñas ni ironías. Es la pura verdad. Ahora que parece que está tan de moda que todos los periodistas escribamos artículos negativos de opinión sobre la situación que vive la isla cuando acaba la temporada, quejándonos por todo y viendo siempre el lado negativo, creo que es el momento de valorar la parte positiva de vivir en un sitio como Ibiza.

Es cierto que hay muchas cosas que se podrían mejorar y que en algunos aspectos estamos lejos de ser el paraíso que venden a los millones de turistas que llegan cada temporada. También es verdad que las condiciones de vivienda y de trabajo no son las mejores y que hay mucho que hacer en este aspecto si de una vez por todas alguien se atreviera a poner el cascabel al gato. O que las obras invaden todos los municipios o pueblos cuando terminan los meses de verano y que se hace muy incómodo caminar entre andamios, agujeros, zanjas o vallas. Sí, por supuesto que todo esto es verdad y nadie lo discute, pero al final, en mi caso, soy un gran afortunado.

Si miro a mi alrededor me doy cuenta que tengo derecho a quejarme de muy pocas cosas por más que la vida se empeñe en ponernos a prueba de vez en cuando para demostrarnos que no todo es de color de rosa. Vivo en el mal llamado primer mundo, no trabajo explotado en una mina ni soy un esclavo, puedo decir lo que pienso por la calle sin miedo, puedo presumir de tener amigos del colectivo LGTBIQ+ sin que les persiga un gobierno reaccionario como el que va a organizar un mundial de fútbol desde hoy mismo y mis amigas, aunque aún hay mucho por hacer, pueden ejercer libremente su derecho a elegir lo que quieren hacer con su vida y su cuerpo.

Trabajo de periodista y aunque refunfuño más de la cuenta, ejerzo una profesión que me encanta y a la que desde que tengo uso de razón quise dedicarme. Tengo un salario más o menos digno y buenos compañeros, no estoy perseguido por dictadores por mis artículos y aunque sigo mirando con cierta envidia a esos luchadores del ocaso que se parten el pecho por dar voz a quien no la tiene, me siento un privilegiado por estar en el otro lado, el del periodismo amable y tal vez algo edulcorado, que hace feliz a tanta gente cuando escribes de su trabajo, su vida o su trayectoria.

Desayuno, como y ceno cuando quiero, tengo coche en propiedad, vivo en una casa muy digna con dos habitaciones, salón grande, cocina y baño independiente alquilada a un precio razonable para lo que se estila en Ibiza, algo de dinero para gastármelo en algún que otro capricho desoyendo los consejos sabios de mi madre que me dice que hay que ahorrar y afortunadamente no he tenido que cruzar un desierto para embarcarme en una patera en manos de mafias jugándome la vida sin saber si aquí me recibirán como la persona que soy. No vivo en un campo de refugiados, hacinado, pasando frío, sin tener un lugar digno donde hacer mis necesidades ni tampoco tengo que vivir en una ciudad bombardeada un día sí y otro también.

Al contrario, vivo en Ibiza mientras buena parte del planeta ahorra durante todo el año para pasar una semana aquí. Un lugar con playas maravillosas que podemos disfrutar varios meses sin que nadie nos moleste, con unas puestas de sol que son la envidia de medio mundo, una ciudad Patrimonio de la Humanidad y pueblos pequeños repletos de encanto de los que disfrutar con una temperatura que ya para sí la quisieran en otros lugares de España. Todo ello entre distancias cortas que te permiten llegar a cualquier lugar en media hora, pillándote casi todo a mano, y a los que llegar entre carreteras que discurren en plena naturaleza y con vistas al mar. Y lo que es mejor, con el paso del tiempo he conocido lugares solo para autóctonos que son increíbles y que siguen manteniendo la auténtica esencia de la isla.

Y todo ello compartiendo mi vida con un niño maravilloso de 6 años, una madre genial que cada día que pasa me hace mejor persona, con el privilegio de llevarme fenomenal con mi exmujer, que me aguanta y me comprende, y con un grupo selecto de amigos de esos que te demuestran el verdadero significado de la palabra amistad. Son pocos, elegidos, pero los mejores porque son de esa extraña raza de personas que siempre está ahí cuando más lo necesitas. No diré los nombres porque son muy tímidos, pero ellos saben quiénes son y cuál es la cerveza que más me gusta. Gente muy buena que me hace sentirme un privilegiado de vivir en Ibiza y compartir con ellos tantas cosas.

Así, que por unas cosas y por otras, lo cierto es que ya está bien de quejarme y de verlo todo negro. Si voy poniendo cosas positivas y negativas en una balanza imaginaria lo cierto es que al final hay un lado que se inclina más que el otro demostrándome que, guste o no, yo me considero un privilegiado de vivir en Ibiza.