Dos personas esperando su turno para entrar al médico en un ambulatorio. | Toni Planells

Solo piden diez minutos para poder dedicarnos el tiempo que precisamos. Nada más, nos quieren regalar diez puñeteros minutos, ni uno menos. Ellos, nuestros médicos de cabecera, los de toda la vida, quienes son nuestros primeros ojos para saber si tenemos una infección respiratoria, si precisamos operarnos de la rodilla o si esos análisis que nos han prescrito han salido mal, salen a la calle, se revuelven, patalean y protestan porque necesitan más tiempo en cada consulta. Ellos, que antes conocían los nombres y apellidos de cada familia al completo, ven hoy cómo 40, 50 o hasta 60 perfectos desconocidos pasan cada día por sus consultas y son despachados en menos de 250 segundos para engrosar, en muchos casos, las listas de espera que se alinean en sus ordenadores para ser reconocidos por otros especialistas. Pero esa es la segunda parte de esta historia interminable.

Son nuestro primer rostro amigo, los facultativos de atención primaria, esos que hoy secundan huelgas en las principales capitales del país, no para reclamar mejores sueldos, que deberían cobrar por justicia, sino para exigir poder atendernos de una forma correcta.

No es una petición nueva. Están agotados, desmotivados y solos, terriblemente solos. Nuestra población ha aumentado y su número se ha mermado. En los próximos años se jubilará el 30% de su sector y no hay visos de que sean sustituidos. Los centros de salud nos dan citas con entre cinco y 15 días de dilación, cuando una gastroenteritis en ese lapso nos ha abandonado, mientras que las urgencias colapsan ante los miles de pacientes que precisan de un diagnóstico urgente. En Baleares una de cada tres personas tiene seguro médico privado y no se trata de un lujo sino, lamentablemente, de una necesidad.

El cáncer, la mayor pandemia que nos asola, no se previene porque para su detección precoz son precisas las revisiones y los reconocimientos médicos que en nuestra antes alabada sanidad pública se diluyen y difuminan llegando, en muchos casos, demasiado tarde.

¿Qué más necesitamos para escuchar su grito de socorro, que es el nuestro? ¿Dónde más deben golpearnos a base de impuestos mal gestionados y necesidades poco escuchadas? El tiempo y la salud es lo más valioso que tenemos en esta vida y nos quedamos de brazos cruzados mientras los que nos dirigen con batutas torcidas olvidan cómo se hace música. ¿Y si perdemos a quienes más queremos porque no les han dedicado la media hora precisa para detectar que ese dolor en el pecho no son gases, sino un infarto, quién nos va a devolver a nuestros muertos?

Queremos a nuestros médicos libres, felices, realizados y con las herramientas precisas para poder hacer bien su trabajo, porque de él depende que mañana podamos seguir leyendo artículos e, incluso, votando a los que ya nos piden sibilinamente nuestro apoyo.

Si hay que contratar a más médicos háganlo, si es preciso mejorar sus condiciones laborales, no entendemos a qué están esperando. Mientras que ustedes se suben un 7% por ciento del sueldo, no vaya a ser que la inflación les afecte un poco a sus holgadas vidas, ellos se ven abocados a sumar guardias para llegar a fin de mes. Las personas mejor preparadas de nuestro país, que estudian una media de diez años, deberían ser las mejores pagadas, así de simple. Si tenemos que aplicarles un plus de insularidad que contemple lo caro que es vivir en las islas y darles bonus en vuelos y viviendas, usen para eso todo lo que nos retienen de nuestras nóminas, que les aseguro que estaremos encantados de ver que por lo menos nuestro dinero suena bonito en sus manos, porque tenemos la sensación de que ese tintineo no cae donde toca.

¿Es acaso una quimera lo que nos piden, atender a un máximo de 31 pacientes por día? ¿Se imaginan ustedes tratar con una treintena de clientes cada jornada escuchando sus necesidades y dándoles respuesta? ¡Venga, que hace dos años les estábamos aplaudiendo, dando las gracias y jurando que nunca olvidaríamos su gesta por la increíble forma en la que nos salvaron de la peor pandemia de nuestra historia! Hoy, como respuesta a aquellas palmas, les insinuamos que les vamos a quitar las vacaciones de Navidad porque no hay personal que cubra sus fiestas. ¡No me jodan! ¡Yo quiero médicos felices, respetados, bien tratados y que me curen los males con una sonrisa y por eso, acompáñenme y vamos a dar a su lado un buen puñetazo a esta mesa! ¡Yo también quiero esos diez minutos!