Pedro Sánchez. | Europa Press

El gobierno sanchista reforma a lo Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio. Con el mono a medida independentista de la malversación se teme que mucho corrupto se librará de la trena, al igual que tanto delincuente sexual está viendo reducida su condena sí o sí.

Si antes decíamos que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un político asuma su responsabilidad, ahora, con la nueva ley, el camello podría ser una ballena azul, pues harán distinciones sobre el uso de la pasta que roban a los españoles, que si no es enriquecimiento personal, tan solo una entrega a cuenta para planes delirantes, enchufismo, negligencia, mala leche celtibérica, caciquismo, jolgorio propagandístico, etcétera... Bueno, así se cumple la bruta máxima socialista: «El dinero público no es de nadie». Y los impuestos siguen subiendo para que malgasten por nosotros.

¿O es que piensan en tal reforma para la hora en que se investigue el destino de los fondos europeos? Tanto dislate no hay gobierno que lo aguante, aunque la resiliencia se conjugue con una cara más dura que el cemento armado y una asombrosa capacidad de mentir continuamente. Se atisban grietas entre algunos pesos pesados socialistas que se atreven a    criticar al líder, el resto son simples comparsas que saben que quien se mueve, no sale en la foto.   

¡Ah, si al menos los corruptos beneficiados fueran como la griega de oro del parlamento europeo! Pero no, son horrorosos, vulgares chorizos de ánimo cainita, sin canon estético alguno que pudiera facilitarles una simpatía popular por encima del empecinamiento de los fanáticos. Tanta reforma disparatada invita a pensar que hay un psicópata al mando.