El domingo pasado, el Evangelio nos habló de las Bienaventuranzas. Jesús nos invita a vivir sus enseñanzas. La vida cristiana no es tarea fácil, pero vale la pena por la plenitud de vida que promete Jesús, el Hijo de Dios. Cada cristiano ha de luchar para su santificación personal. El Señor nos exhorta con las figuras expresivas de la luz y de la sal. Así como la sal preserva de la corrupción a los alimentos y les da sabor, la luz de Cristo ilumina el camino que nos lleva a Dios Padre. Las buenas obras son fruto de la caridad, que consiste en amar a los demás como nos ama el Señor: una de las manifestaciones más claras de la caridad es la actividad apostólica.
Domingo 5 T.O. (Mt 5,13-16)
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