Imagen de archivo de Marta Díaz.

La exvicepresidenta del Consell y actual consellera no adscrita se desquitó con una jugosa entrevista en el Bona Nit Pitiüses en la que no dejó títere con cabeza. No me cabe la menor duda que en el PSOE siguieron con atención el recital de puñaladas que les propinó su excompañera. El Tribunal de Cuentas ha descartado cualquier responsabilidad, después de que Marta Díaz justificara los gastos de la tarjeta del Consell o abonara de su bolsillo los gastos que no pudo justificar. Pasado este mal trago y, tras su inminente salida de la política, Díaz se sintió liberada para tirar de la manta y desvelar que su periplo mediático fue una cortina de humo ordenada por Armengol para camuflar su responsabilidad en la gestión de menores tuteladas prostituidas durante su mandato como presidenta del Consell de Mallorca.

 La consellera arremetió contra la Oficina Anticorrupción, un organismo político que produce vergüenza ajena pagando a súbditos para que finjan perseguir el crimen; otro chiringuito plagado de enchufados afines cuyo único mérito reside en ser una losa para el erario público. También desveló que la exsenadora Patricia Abascal pagaba cenas benéficas con dinero público, que Pilar Costa cobraba de dos cargos (algo prohibido) o que Agustinet y Sofía Hernanz usan al PSOE como agencia de colocación para colar a sus familiares en cargos públicos cuyo sueldo es inversamente proporcional al trabajo que desempeñan.

 Díaz es un problema para el PSOE porque conoce las entrañas del partido y las vergüenzas que esconden los excompañeros que, década tras década, siguen amarrados a la teta de lo público. Algunos deben pensar ahora que dejarla caer fue una imprudencia. En su cabeza suena una elegante melodía de vendetta que volverá a herir fatalmente, agárrense.