Al PSOE le está pasando un poco como a los niños, que lo quieren todo. De una parte, desea que la izquierda a su izquierda se una y ofrezca un mensaje congruente, y de otra, que Yolanda Díaz no acierte con el resultado de esa suma, en la que dos y dos no son cuatro. Lo primero lo quiere, lo necesita más bien, para afrontar las elecciones con perspectivas de éxito sobre la derecha, que esa sí que está unida aunque Feijóo y Abascal teatralicen sus supuestas diferencias, y lo segundo, porque lo que le gustaría de verdad es, sencillamente, que todos los electores de izquierda le votaran a él.

A reforzar ésta última querencia, adscrita al género del ‘voto útil’, vendría uno de los mensajes de campaña que empieza a deslizar, el de que no hay izquierda más allá del PSOE. Lo mismo insinúa abiertamente Feijóo respecto a lo suyo, que la derecha, todas las derechas, están en el PP y para qué andarse con tonterías, con lo que Podemos, lo que queda de él, llevaría razón al denunciar la intención de ambos de resucitar el bipartidismo. Claro que Unidas Podemos no está para muchas denuncias, pues si, como señala, volviera el turnismo clásico, sin aditamentos, sería, en gran medida, por lo mucho que las Belarra, Montero, Pam y compañía (con Iglesias al fondo) se han empeñado en resucitarlo.

Le quedan pocos días a Yolanda Díaz para cuadrar su círculo, y no sé si a estas alturas es ya consciente de que los círculos no se cuadran, que no pueden, por imposibilidad geométrica y metafísica, cuadrarse.

PSOE y PP, a nivel nacional, lo quieren todo, como los niños, pero, como éstos, tendrán que conformarse con casi todo. El PSOE, con IU, el socio de toda la vida, y el PP, consigo mismo, bien que transigiendo con las turbias y alarmantes fantasías neofranquistas de su escisión. Pero partido hay, y lo juegan dos.