Un momento de la celebración de este martes en Sant Antoni. | Daniel Espinosa

Como cada 17 de enero Sant Antoni se lanzó a la calle para celebrar la festividad de San Antonio Abad, un santo nacido en Egipto en el año 251 y que está considerado como el gran patrón de los animales en todo el mundo.

Sin embargo, este martes se ha colado como gran protagonista inesperado el viento que debido a sus fuertes rachas ya había provocado que el Ayuntamiento de la localidad decidiera cambiar el lugar de celebración, desde la fachada delantera del edificio del consistorio, junto al mar y más descubierto, hasta el entorno de la iglesia, en pleno centro del pueblo y más protegido.

Como ya es tradición en todos los días grandes de las localidades ibicencas la jornada comenzó con una misa oficiada por el obispo de la isla, Vicent Ribas.

Después, tras una rápida procesión por las calles cercanas a la iglesia en la que desfilaron siete imágenes y el estandarte de la Hermandad Nuestra Señora del Rocío de Sant Antoni llegó el turno más esperado por las muchas personas congregadas en la pequeña plaza que hay justo a la entrada principal de la iglesia, la bendición de sus animales. Uno tras otro fueron desfilando con sus mascotas mientras recibían el agua bendita de Ribas y del cura de la localidad, Francesc Torres Peters, con amplio protagonismo para todo tipo de perros como Nitro, Blau, Dena – propiedad del piloto ibicenco Toni Vingut, recién llegado del Rally Dakar –, la simpática pareja formada por Cous Cous y Canela, la pequeña Luqui o Mía, cuyo dueño también fue bautizado entre risas por el obispo. También se dejaron ver gatos como Roma, Canela, Mofly o Turquesa, alguna tortuga, gallos y gallinas como Mari que debutaba este año y que iba vestida para la ocasión, y los elegantes y preciosos caballos que todos los años cierran la comitiva guiados por los miembros del Club de Hípica Granja Costa de Sant Antoni.

Desgraciadamente, debido al viento, en esta ocasión no hubo la tradicional suelta de palomas. Finalmente, ya a la hora prácticamente de comer y mientras se repartían bunyols, refrescos y vi de la terra llegó el turno del ball pagès a cargo de una veintena de miembros de Sa Colla Can Bonet.