El equipo UVAC de Formentera, durante una jornada de trabajo.

Parece que la pandemia apenas ha tocado Formentera, una isla que durante muchos meses era casi un paraíso libre de COVID-19 con unas normas restrictivas mucho más laxas que las que imperaban en el resto de España. La pitiusa sur siempre fue unos escalones por delante en lo que se conoció como la desescalada antes de que llegaran la segunda y la tercera ola. Lo cierto es que datos del Área de Salud de Ibiza y Formentera desvelan que la isla sí ha tenido un impacto importante el coronavirus. Desde el inicio de la pandemia 435 personas han sufrido el virus, un dato significativo si se tiene en cuenta que en la isla viven unas 12.000 personas.

Desde que el 29 de marzo de 2020 se diese el primer caso en Formentera (era el único territorio de España que no había tenido casos) hasta el último registrado el pasado 31 de marzo son 435 los contagios confirmados en la isla. A lo largo de todos estos meses, la isla sufrió altibajos y registró diferentes brotes. Los momentos más duros de la segunda ola llegaron en septiembre cuando se alcanzaron los 48 casos activos y tras las fiestas navideñas, en plena tercera, caundo la cifrá se disparó y se llegó a superar los 160 casos activos. Fue en este último momento, cuando los dirigentes apostaron por cerrar la isla perimetralmente y endurecer drásticamente las medidas para frenar la expansión del virus.

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Además, desde que se decretase el inicio de la pandemia y hasta el 25 de marzo se habían realizado más de 7.000 pruebas diagnósticas para detectar la COVID-19, concretamente 7.059, de las que 1.117 habían sido positivas. Es decir que en muchos casos una persona dio positivo en varias ocasiones en las repetidas pruebas que se le realizaron hasta que finalmente recibieron el alta.

Si se desgranan estas pruebas realizadas, 5.075 se corresponden con PCR realizadas en el hospital y por el equipo de la UVAC, que está formada un médico, dos enfermeras, un técnico en cuidados de enfermería y un auxiliar administrativo. 357 eran test rápidos de antígenos y las 1.518 restantes eran serologías de anticuerpos.