Joan Mayans en la puerta de su local en la calle de las farmacias. | Toni Planells

Joan Mayans («Dalt Vila», 1954) es un ibicenco de toda la vida. Su abuela obtuvo la primera licencia como administración de Lotería en Vila, administración que a día de hoy mantiene su número uno. En las paredes de su despacho destacan referencias al mundo del cómic y del Athlétic. Sus dos pasiones.

¿Nació en Dalt Vila?
—Bueno, (ríe) en realidad vivimos [subraya ese «vivimos»] en Dalt Vila desde siempre. Lo que pasa es que a mi madre le tuvieron que hacer cesárea y en el año 1954 estas cosas eran de alta dificultad. Por eso nací en Mallorca, con mi hermana pasó lo mismo. Reconozco que de pequeño lo llevaba muy mal, de hecho no lo sabía nadie. En este sentido salí del armario hace unos años. Piensa que cuando éramos niños no era muy adecuado que eso de haber nacido en Mallorca se supiera, ¡con la manía que les teníamos!.

¿Qué ponemos en su lugar de nacimiento, Ibiza o Mallorca?
—Tú pon Ibiza por si acaso (ríe). Que es que realmente soy de aquí por que mis padres y toda mi familia somos de aquí desde siempre.

¿Qué recuerdo guarda de su infancia en Dalt Vila?
—Cuando era niño los domingos íbamos a comer a casa de mis abuelos, Manuel y Georgina. Antes de comer teníamos un rígido protocolo: vuelta por Vara de Rey, banda de música de Vitorino, un flaó en cas Curpet y para arriba a comer. En aquella época la comida no consistía más que en arroz y pollo, que mi abuela nos servía en un plato de Duralex. ¡Aborrecí el pollo y los platos de Duralex! Lo bueno llegaba después de comer. A las tres y media de la tarde íbamos corriendo a la radio y escuchábamos los partidos en Carrusel Deportivo. Cuando el Bilbao perdía mi abuelo apagaba la radio se ponía a dar vueltas por el pasillo rojo de rabia. Desde entonces mi abuelo me transmitió su pasión por el fútbol y por el Athlétic. Todavía podría recitar los corresponsales de la radio de esos tiempos. Se me ha quedado grabado.

Dígame alguno.
—Antonio Rojo era el corresponsal en Bilbao. El de Sevilla era Juan Tribuna. También estaba Juan de Toro, que hacía la animación... Era muy divertido. El fútbol era por la tarde, en esos tiempos cuando se ponía el sol ya no había luz para jugar.

¿Dónde vivía en Dalt Vila?
—Vivíamos pegados a lo que hoy en día llaman Can Botino, que entonces era can Mariano Montero. Al lado vivía Ingeborg, de Frank El Punto, que más tarde la mataron. Recuerdo que los alemanes tenían adoración por los gatos, una vez se les escapó uno que acabó en casa. Se lo devolvimos y al día siguiente nos regalaron una caja de galletas danesas, ni te imaginas de lo que fue eso para unos niños de ocho años en esa Dalt Vila de los primeros años 60.

¿Cómo era esa Dalt Vila?
—Recuerdo que era una Ibiza oscura y triste. El turismo todavía no había inundado Ibiza de color. Piensa que entonces una mujer de 40 años tenía el pelo blanco y la piel muy castigada, era casi una anciana desde los ojos de hoy, además casi todas iban de negro. Mi madre, por ejemplo, guardaba luto por un hermano que le mataron en la División Azul y a mis abuelas las recuerdo siempre de luto, una por su hijo y otra por que le mataron a su marido.

Veo que la Guerra Civil marcó su familia.
—A mi abuelo, Joan Mayans, lo mataron en el Castillo en el 36. Su pecado no fue otro que haberse metido en política, (era diputado provincial) y ser conservador.

¿A qué se dedicaba su familia?
—Los de casa teníamos una tienda de ropa en este mismo local (hoy Administración de Lotería número uno) que mi tatarabuelo ya tenía en 1909 y que heredó mi bisabuelo. Cuando los rojos mataron a mi abuelo, que también mantenía la tienda, a mi abuela le concedieron la administración de Lotería que convivió con la tienda de ropa payesa desde que yo recuerdo. Se vendían telas, las llistes que compraban las payesas para hacerse delantales y esas cosas, pero también teníamos pañuelos y mantones bordados. Recuerdo que las payesas siempre pedían telas de un color honesto.

¿Cuando se iluminó y alegró esa Ibiza oscura y triste?
—A mediados de los 60 con el turismo, empezó a venir cada vez más gente. Veíamos a esas mujeres vestidas con colores y minifaldas y no sabes lo que era eso para esos chavales que éramos. En esos tiempos el que era camarero pasó a tener un bar; el picapedrero, una empresa de construcción... fue una revolución, A la gente le fue muy bien en esa época.

Su abuelo se dedicó a la política, ¿continuó esta tendencia en la familia?
—Sí, mi padre fue teniente de alcalde y concejal (por tercio familiar). Mi hijo también fue concejal en Vila con Marienna. Además todos nos llamamos igual: Joan Mayans, menos el tatarabuelo del carajo que se llamaba Francisco (ríe). Yo no me metí en política, estudié económicas y fui director general de Autos Ibiza (Betacar), de la que mi padre fue co-fundador con Colomar y Pereira, hasta que se vendió en 2007.

¿Alguna otra pasión? Veo que tiene referencias del mundo del cómic en su despacho.
—Sí, mis pasiones son el Athlétic y los cómics.

¿Es coleccionista?
—Hombre, hay alguno que tiene mucho más que yo, ¡pero es que el cabrón es soltero!

Seguro que tiene una buena colección.
—Hombre sí, tengo muchos. Tengo colecciones completas del Cosaco Verde (que era de otro dibujante, pero del mismo autor intelectual que el Capitán Trueno), también los primeros tebeos de cuando empezaron a salir Mortadelo y Filemón. Además, al Capitán Trueno lo tengo hasta por duplicado: la edición apaisada y el Capitán Trueno extra, que allí además venían un par de historietas más como las aventuras de Chico y Trilita, o de la familia Trapisonda... Pero desde que tengo nietos no tengo tiempo para nada. A ver si mi nieto (que también es Joan Mayans) se le pega un poco la afición por el tebeo.