Tito Bonet en la joyería Afro. | Toni Planells

Francisco José Tito Bonet (Ibiza, 1960) lleva, junto a su hermana Carolina, la joyería Casa Afro en el local de su familia en el que su abuelo se dedicaba al oficio de guarnicionero, selleter, del que le venía el nombre a este local situado en pleno corazón de Vila, frente al teatro Pereira: Cas Selleter.

— Tiene usted una joyería, ¿se trata de un oficio familiar?
— No, esto antes era Cas Selleter. Mi abuelo, Paco Bonet, era el selleter. Selleter, o guarnicionero, es el oficio de elaborar los correajes para los animales del campo. Mi padre, Afrodisio, junto a sus hermanos, José María y Héctor, ayudaba a mi abuelo, en su trabajo. Con la llegada del turismo, con la experiencia del trabajo con el cuero para los caballos y las mulas, mi abuelo empezó a hacer algún cinturón o cartera para los turistas.

— Llama la atención los nombres de su familia, aparte de su tío José María los nombres Afrodisio, Aquila, Héctor o Marcela no son muy comunes en Ibiza.
— La verdad es que mi abuelo era un poco peculiar. A la hora de poner nombres a sus hijos, lo que hacía era mirar el calendario y elegir uno de los nombres del santoral del día en el que nacieron. Mi padre se llamaba Afrodisio porque nació un 14 de marzo.

— ¿Tiene usted recuerdos de su abuelo trabajando?
— Sí, claro. Tenía un gran mostrador de madera. Lo que ahora es el escaparate que da al exterior, es donde tenía sus herramientas. Me acuerdo de que la tienda ya estaba llena de turistas, mientras mi abuelo seguía a lo suyo con su trabajo, y de repente, ¡pumba!, pegaba un mazazo y todos los extranjeros pegaban un salto. Hacía como que la cosa no iba con él, pero conociéndole, no me extrañaría que lo hiciera aposta y se estuviera partiendo de risa por dentro.

— Parece que su abuelo era todo un personaje.
— Así es. Paco d’es Selleter migró a Uruguay y se ve que allí habría otras ideas. Volvió con sus ideas particulares, un oficio y con dinero suficiente para montar su negocio y hacerse una casa, que se la construyó el arquitecto Campos y ahora es BIC. El local en el que montó el negocio, que justo tenía la parada del autobús delante, era de mi abuela, Antonia Vilás.

— Su padre, ¿no siguió con el oficio de guarnicionero?
— No. Cuando mi padre se quedó con el negocio (mis tíos tiraron para otros lados), decidió montar un souvenir para los guiris. El típico souvenir con la flamenca y el toro.

— ¿Cómo pasó de souvenir de flamenca y toro a joyería?
— Mi abuelo tenía un hermano, Salvador, que vivía en Barcelona. Él sí que era joyero y tenía muchos contactos con diferentes representantes de allí. Así que habló con mi padre para ponerle en contacto con ellos y así poder vender relojes, mecheros y cosas así en la tienda. Empezó así, después se puso a vender plata, oro. De esta manera, en 1964, se convirtió, no en joyero, sino en comerciante de joyería. Supuso un cambio total, claro.

— ¿Dónde estudió usted?
— Yo fui del curso inauguró Juan XXIII (ahora Sa Real). Ahora ha hecho 50 años de eso y todavía seguimos juntándonos los alumnos de esa generación para hacer alguna cena. El director era don Vicent, entonces estaban como profesores Don José o Don Félix, con sus célebres cometas. Los profesores entonces eran duros, sí, pero muy buenos profesores. También hacíamos una publicación, el Avante, en la que habría hecho algún dibujo, no recuerdo haber escrito nada. Después de terminar octavo no seguí estudiando, así que mi padre me puso a trabajar, claro. Pero sin antes apuntarme, tanto a mí como a mi hermana, a una academia «para prepararnos para la vida». Allí aprendimos mecanografía, algo de contabilidad. Cuando terminé la academia, antes de ponerme a trabajar, hice la mili como voluntario.

— ¿Dónde hizo la mili?
— Estuve tres meses en Palma, en el CIR, y después estuve aquí enchufado (mi tío era capitán). Me tocó en armamento, cogíamos el Jeep y nos íbamos a Santa Gertrudis a quemar balas al campo de tiro. He tirado con todo tipo de armamento.

— ¿Mantiene su afición por el tiro?
— Así es. He sido tirador olímpico y cazador, aparte de pescador, claro. Pero la afición por el tiro no me viene de la mili. Antes ya iba a cazar con mi abuelo, Pepito Casetes, que también me llevaba a los toros cada domingo. Se cazaba muy poco, cuatro tordos y cuatro tórtolas. He tenido la suerte de conocer a fabricante de joyería, que son aficionados a la caza, con los que he tenido la oportunidad de salir a monterías de caza mayor por la Península.

— ¿Me podría hablar de lo que supone, para un cazador, el placer de la caza?
— En realidad podríamos decir que soy cazador y pescador al 50%. Las sensaciones son muy parecidas para mí. Siempre quedas unos días antes con los amigos para organizar la jornada. Después me preparo yo mismo las armadas. Es una manía que tengo, prefiero hacérmelas (me enseñó mi padre)que comprarlas en la tienda. La noche antes, apenas duermo pensando en la jornada que me espera. Si voy a pescar sueño que pesco, pero si voy a ir a cazar, me pasa lo mismo.

— ¿De dónde le viene la afición a la pesca?
— De mi padre, a los dos nos encantaba el mar y siempre hemos tenido barco. Lo que más me gusta es ir a pescar a Es Negre, raons, vaques, serrans o lo que sea, me da igual. Además, he tenido la oportunidad de participar en el campeonato nacional de pesca de altura. Nuestra embarcación, ‘El bailón pescador’ quedamos en tercer puesto de toda España. Con el barco que tenía, ‘Es blau marí’, me encantaba ir a dar la vuelta a Ibiza o a Formentera.

— ¿Qué recuerdos tiene de la plaza de toros de Ibiza, de cuando iba con su abuelo ?
— Lo que más me gustaba eran los rejoneadores, el caballo con el toro. Me acuerdo de los hermanos Peralta, ¡cómo hacían el quite!. Pero lo mejor que vi en la plaza de toros, sin ninguna duda, fue el concierto de Bob Marley. ¡Una pasada!. Yo sí que pagué mi entrada, fui con mi hermana y su novio. Fue inolvidable, yo ya era muy fan de Bob Marley, ya tenía sus discos. Estaba totalmente lleno, ya se sabe lo que mueve el reggae. La plaza humeaba.