Belén Blanco tras su charla con Periódico de Ibzia y Formentera. | Toni Planells

Belén Blanco (Vigo, 1976) no esperaba quedarse en Ibiza cuando aterrizó en la isla en 1994. Llegó de visita y lleva cerca de 30 años viviendo y trabajando en Ibiza, convirtiendo Ibiza en su hogar.

—¿Dónde nació usted?
—Nací en Vigo. Yo soy la pequeña de tres hermanos, Roberto y Jose son mis hermanos mayores. Además, tengo otras dos hermanas más pequeñas del segundo matrimonio de mi madre.

—¿A qué se dedicaban sus padres?
—Mi padre, Jose, era marinero en un petrolero alemán. Hacía campañas muy largas, de cuatro o cinco meses y apenas estaba en casa. Algo muy normal en Galícia, donde hay mucha gente trabajando en barcos. Quienes se ocupaban de la casa y de la familia solían ser siempre las madres. Mi madre, Elisa, además trabajaba para la Xunta en un colegio de protección oficial.

—¿Cómo era el Vigo de cuando usted era niña?
—Era el Vigo de los años 80. La verdad es que fue una buena época. Cuando ya no éramos tan niños, ya más cerca de los 90, también nos divertíamos mucho. En Vigo empezamos a salir desde muy jóvenes. Nos gustaba más movernos por la calle que los estudios y había mucho ambiente. La verdad es que estábamos muy espabilados, más de lo que lo están hoy en día, por lo menos teníamos una picardía que se está perdiendo.

—Por lo que dice, entiendo que no continuó con los estudios.
—No. Apenas terminé los estudios. Yo era más de trabajar y, con 16 años, ya tenía un trabajo en una cafetería. Todavía iba al instituto pero, como buena gallega, nunca me gustó pedirle nada a mis padres. Siempre valoré mi independencia y preferí apañármelas por mi cuenta: comprarme mi propia ropa, pagarme mis caprichos...

—¿Ibiza?
—Cuando tenía 17 años, mi amiga Julia, que estaba en Ibiza, me propuso ir con ella. Julia era mayor que yo y tenía un hijo pequeño y me pidió que le echara una mano y, de paso, conocía la isla. Eran principios de verano y yo no cumplía la mayoría de edad hasta septiembre. Cuando le conté mis planes a mi madre, me dijo que ni hablar. Con mi cabezonería la acabé convenciendo y llegué a Ibiza en septiembre.

—¿Cómo fue su primer contacto con Ibiza?
—Pues vine a Ibiza de fiesta y me quedé. Ya llevo aquí 30 casi años. La verdad es que, cuando llegué, flipé mucho con el ambiente, totalmente distinto al del Norte. Nunca había visto un ambiente como el del Puerto de Ibiza. También es cierto que me costó un poco adaptarme, tenía que comenzar sola, desde cero y todo era distinto: el clima, la gente... Vivía en La Marina con mi amiga Julia. Además, llegué con algo de dinero que había podido ahorrar. Pero claro, no tardé mucho en quedarme sin un duro y no tenía billete de vuelta, así que me puse a trabajar en la cafetería Isla y, después, pizzeria Bella Napoli, donde trabajaba Julia.

—¿Volvió a Vigo tras ese verano?
—Solo volví por Navidades. En la Bella Napoli me habían ofrecido quedarme a trabajar durante todo el año y la única condición que les puse fue ir a pasar esa Navidad con mi familia. A la vuelta me puse a trabajar, conseguí un piso en Pedro Francés y no tardaron en venir conmigo mis dos hermanos. De hecho, José sigue viviendo aquí.

—¿Siguió trabajando en la pizzería durante mucho tiempo?
—Unos cuatro o cinco años. Después empecé a trabajar en los apartamentos Poseidón durante varios años, hasta que los absorbió el grupo Playasol, ahora Vibra Hotels, con quienes sigo trabajando hasta día de hoy. Es verdad que también intenté montar un bar en la calle Ramon Muntaner con un socio, Juan. Era el bar La Bomba, que llevé durante dos o tres años con él. Trabajábamos juntos en el Poseidón durante el verano y quisimos probar con el bar para tener algo durante el invierno. Abríamos a las cinco de la tarde y cerrábamos a las cuatro de la madrugada. Echamos dos o tres años muy buenos, pero la verdad es que me cansé. Trabajábamos tanto durante la temporada en los veranos, que decidimos cerrar y descansar los inviernos.

—¿Cultiva alguna afición?
—Me gusta hacer mucho deporte. Salir a correr, ir en bici... Cualquier cosa que sea al aire libre y de moverse. Además, camino mucho con mi perra, Súper Popy’. Otra cosa que me gusta mucho es viajar todo lo que puedo. Cada fin de semana que puedo, me voy.