Manolito Márquez tras su charla con ‘Periódicode Ibiza y Formentera’. | Toni Planells

Manolito Sánchez (Aracena, Huelva, 1946) llegó a las Pitiusas en los años 70 viviendo desde dentro el ambiente hippie de la época tanto de Ibiza como de Formentera. Una vez establecido en Ibiza, también vivió desde dentro y desde su nacimiento la historia del ocio nocturno, de la que sigue disfrutando a las puertas de los 80 años.

—¿Dónde nació usted?
—Nací en Aracena, un pueblo de Huelva. Yo era el tercero de los seis hijos que tuvieron mis padres, Jesús y Amadora.

—¿A qué se dedicaban sus padres?
—La familia de mi madre tenía un matadero y una fábrica de embutido que fundó mi abuelo, ‘el Guerra’, en la Sierra de Huelva. Si no me equivoco, fue el primer matadero que se fundó allí. Mis padres, a los que siempre llamaron ‘los Guerra’, heredaron la fábrica y la verdad es que tuvimos una vida bastante acomodada para la época. Vivíamos muy bien, teníamos hasta tres asistentas.

—Imagino que pudo tener una buena educación.
—Así es. Iba a un colegio de monjas, las Esclavas Concepcionistas. La verdad es que salimos de allí con un nivel bastante alto y con una buena base. En mi familia, todos siempre fueron muy ‘cerebritos’ y todos mis hermanos estudiaron. Sin embargo, yo nunca fui muy buen estudiante y no tardé en colgar la chaqueta y la corbata para empezar a moverme por ahí. Era bastante rebelde y lanzado para la época, fui de los primeros en llevar el pelo largo, que estaba mal visto, y en fumarme algún porro, que nadie sabía ni lo que era. No os penséis que era tan fácil salir del pueblo para viajar, aunque sí que íbamos mucho a Sevilla haciendo autoestop, más que a Huelva. Allí las calles olían a hachís y a marihuana por todos lados.

—¿Dónde se marchó?
—Antes de hacer la mili trabajé un poco a regañadientes en la fábrica de la familia, pero después empecé a viajar por todos lados. Sobre todo viajaba con dos buenos amigos, Juan del Cid y Fernando Galvárez, que eran de familias muy ricas de Sevilla y tan rebeldes como yo. Viajábamos por toda Europa con nuestras barbas y nuestras greñas, sin un duro, haciendo autoestop y durmiendo donde nos dejaban. El primer viaje que hicimos partimos de Cádiz para ir a Ceuta. Acabamos atravesando Marruecos, donde todo el mundo nos daba pescado y porros; Argelia, donde la gente era de lo más amable, y Túnez. Desde allí cogimos un ferri para ir a Sicilia. De allí, a base de autoestop recorrimos toda Europa: Suiza, Holanda… En otro de los viajes, cogimos un tren y nos plantamos una buena temporada en Ámsterdam viviendo en un barco y trabajando en un club que se llamaba Cosmos. En España todavía estaba el Caudillo. ¡Imaginaos el contraste con Ámsterdam! ¡Hasta los policías llevaban el pelo largo!

—Llegarían a Ibiza en uno de esos viajes, ¿no es así?
—Sí, pero vine yo solo, era 1970 o 71, cuando la calle Mayor era toda de tierra. Al bajar del barco, alguien me había dado una pastilla de algo y, cuando me senté en un bar a tomar un batido de chocolate, no hacía más que verme el bigote lleno de colorines cuando se me mojaba en el chocolate (ríe). A los tres o cuatro días conocí a un chico madrileño y nos fuimos a Formentera. Allí estuvimos unos meses, durmiendo en un colchón y yendo cada día caminando desde la playa hasta la Fonda Pepe, donde estábamos todos los hippies, hasta que nos echó la Guardia Civil a todos.

—¿Se quedó en Ibiza?
—No. Entonces no. Conocí a un amigo que tocaba la guitarra y nos estuvimos ganando un dinero tocando en los hoteles de Benidorm. Yo tocaba la pandereta y pasaba la gorra. De allí nos fuimos a París, vivimos un verano entero en Saint Michel tocando en hoteles buenos. En 1974, de París volví a Ibiza, donde sabía que había un matrimonio, Herminio y Ada, que tenía un bar en la calle Mayor, ‘El Chino’. En cuanto los encontré empecé a trabajar con ellos. Yo servía la terraza y ellos trabajaban dentro. Recuerdo que Herminio tenía marcados los LPs con las canciones buenas y él mismo se encargaba, cuando tenía tiempo, de ir cambiando los discos canción a canción. ¡Ponía una música guapísima! La gente entraba para bailar y escuchar buena música. Ahora esto lo hace un DJ, pero entonces, en los bares, lo más habitual era poner el LP entero y cambiarlo cuando se terminaba.

—Me está hablando de los inicios del ocio nocturno en Ibiza.
—Así es. Entonces, la fiesta estaba en el puerto. Estábamos nosotros, pero había otros bares como ‘El mono desnudo’ y el tequila sunrise era la bebida de moda. De allí se iba a Pacha el resto de la noche. Estuve trabajando en ‘El Chino’ un par de años, hasta el 76. Entonces, Herminio me presentó a un amigo suyo de Málaga, Sandoval, que era una especie de relaciones públicas y me puso en contacto con Antonio Escohotado que, junto a Manolito Sáenz de Heredia, que vivía en Santa Eulària, y Rafa Albarracín, fundaron ese año Amnesia. Así que ese mismo año me puse a trabajar con ellos en la puerta, que no era más que una pequeña verja de madera, vendiendo las entradas, que valían 25 o 30 pesetas. Amnesia no era más que un escenario que habían montado donde cualquiera que supiera tocar la guitarra o lo que fuera, se subía y tocaba. Como yo tocaba la percusión, alguna vez me subía y, en una ocasión me acompañó un bajista que me sorprendió por lo bueno que era. Resultó ser Bon Burrel, el bajista de la banda de la época Bad Company. Yo mismo organicé ‘la fiesta de la sardina’, con hogueras en la explanada de la casita en el campo que era Amnesia. Fue tal éxito que la cola de coches llenaba la carretera de Sant Antoni. Sin embargo, aquella temporada no llegó a funcionar del todo económicamente: mucho romanticismo y poco gasto. El año siguiente, lo cogió Pérez de Guzmán, que era de Sevilla, y quiso convertirlo en una especie de Marbella. A la inauguración vino la crème de la crème de la época: desde Ursula Andress a Elmyr de Hory. Recuerdo que el relaciones públicas era Carlos Martorell, que se vestía de torero. Sin embargo, tampoco llegó a funcionar, la organización fue bastante caótica y ya me desvinculé del todo.

—¿Se desvinculó también de Ibiza?
—Sí. Me fui a Sevilla y allí monté una taberna flamenca que tuve durante tres años. No solía tener ningún artista fijo, allí subían espontáneos a cantar y a bailar. Sin embargo, también aparecían artistas como Lole y Manuel a darse un paseíto. En esa época yo también me daba bastantes paseítos por Madrid y tuve bastante contacto con gente de la movida madrileña. Sabina, Gurruchaga… Hasta 1985, que volví a Ibiza con la cabeza un poco más amueblada y el bolsillo un poco más lleno.

—¿A qué se dedicó al volver a Ibiza?
—Sería por influencia del oficio de mi familia, pero empecé a dedicarme a vender jamones de la Sierra de Huelva de primera calidad hasta que me jubilé. Me movía con una Mobylette repartiendo jamones de aquí para allá. En una ocasión le llegué a vender un jamón a la mismísima Naomi Campbell. Mi amigo Joan de Can Alfredo me dijo que fuera a un agroturismo donde su amigo Triguero tenía una clienta que quería un jamón del bueno. Tiempo después me contó que Naomi Campbell desayunaba, comía y cenaba con jamón del bueno. Al parecer lo descubrió gracias a Joaquín Cortés.

—¿A qué se dedica en su jubilación?
—Sigo haciendo mis cositas. Como no me gusta el frío, desde octubre a abril, me voy a Sevilla. En Ibiza, desde el primer día que llega el calor, me voy a dar un paseo y un baño diario a Salinas, a hablar con la gente. También me voy de fiesta siempre que puedo. A mis 78 años sigo yendo a bailar al DC-10. Me muevo con gente mucho más joven que yo, claro, pero me encanta ir a las discotecas a bailar. Está claro que voy en plan light, me tomo unas copas y estoy dos o tres horas. Cuando me canso, me voy. Eso sí, bailo todo el tiempo, desde pequeñito me ha gustado bailar. La verdad es que llamo la atención por mi edad.

—Vio nacer discotecas como Amnesia y sigue yendo de fiesta. ¿Cómo ha cambiado la fiesta en Ibiza?
—Está claro que ha cambiado mucho, no tiene nada que ver la fiesta de ahora con la de antes. Sin embargo, Ibiza sigue manteniendo su encanto. Una de mis fiestas favoritas era la que organizó mi amigo Pepo a principios de los 2000 en Space, ‘La Comunidad’, donde había unos DJs de Ibiza buenísimos.