Joan Torres en el Club Náutico de Ibiza. | Toni Planells

Joan Torres (Santa Gertrudis, 1932) creció en su pueblo natal a mediados del siglo XX y vivió en la finca en la que su familia trabajó durante generaciones. Recién casado, con 26 años, decidió mudarse a Vila, donde sigue establecido.

—¿Dónde nació usted?

—En Ca na Pujoleta, en Santa Gertrudis. Muy cerca de la iglesia, en una finca de la familia Matutes (el rubio) donde la mía hizo de mayoral durante mucho tiempo. Mi padre, Toni, ya nació allí, igual que mis seis hermanos. Además de los hermanos y mi madre, Antonia, en casa también vivieron mis abuelos y mi tía Eulària.

—Sus padres se dedicaban al campo, ¿no es así?

—Así es. Era una finca muy grande y había gallinas, ovejas, cerdos, vacas para dar leche y hacer queso… Menos dinero, teníamos de todo. Si es que el dinero no servía para nada. Aunque lo tuvieras, no había nada que comprar. Con suerte podías conseguir unos metros de tela con los que mi madre nos hacía unos pantalones de tres cuartos porque no había suficiente tela para hacerlos enteros. En casa no sobraba nada más que trabajo.

—¿Le tocaba trabajar a usted también desde pequeño?

—Sí, claro. Cuando era más pequeño hacía de pastor y poco a poco, a medida que iba creciendo, iba haciendo otro tipo de trabajos como labrar o lo que fuera. Sin embargo, también jugaba con los chavales del pueblo, nos solíamos juntar 10 o 12 niños y niñas delante de casa.

—¿Iban al colegio?

—Sí. Iba con un profesor que se llamaba Vadell y, más adelante con otro que se llamaba Joan Coll i Sern, que también era de Mallorca y recuerdo que solo comía una vez al día. En el pueblo apenas habría una docena de personas que supieran leer y, en tiempos de la Guerra Civil, solo nos enterábamos por lo que podíamos oír por ahí. Recuerdo que el maestro solía venir muy a menudo a casa para calentarse junto a la chimenea, traía un diario y nos lo leía en ‘eivissenc’ para que lo entendiéramos todos. Era como un espectáculo. Venían muchos vecinos a escucharlo y, cada vez que terminaba, todos le aplaudíamos. En verano nos leía las noticias en el porche.

—¿Trabajó siempre en la finca junto a su familia?

—Hasta los 26 años, cuando me casé y me mudé a Vila. Aguanté hasta poco tiempo más después de haber terminado la mili, que hice durante dos años como voluntario en Aviación, en Palma. Antes de ir a hacer el servicio militar ya ‘festejava’ con Pepa. Siempre con la suegra detrás, no os creáis que era como ahora. Nos acompañaba hasta al Club Náutico cada vez que íbamos a bailar. Me hice socio del Club Náutico desde muy joven para ir a los bailes los fines de semana. Tuvimos tres hijos_ Joan, Pep y Margalida. Y ahora ya tengo cinco nietos y hasta dos biznietos.

—¿A qué se dedicó al dejar el campo y mudarse a Vila?

—Ya no trabajé más en el campo. Empecé a trabajar en una bodega repartiendo antes de ponerme por mi cuenta. Me hice con una representación y monté un supermercado en la calle Aragón. El supermercado Lluc, que tuvimos durante 20 años. En esa época, en 1977, también me hice con un taxi que todavía conservo. Yo conduje durante un tiempo, pero no me gustaba mucho y muy pronto empecé a tener chóferes.

—¿A qué se dedicó al cerrar el supermercado?

—¡A vivir! Lo dejé con 62 años y, desde entonces, me he dedicado a vivir con tranquilidad. Aunque con mi edad ya no voy, siempre me gustó ir a cazar. También me ha gustado viajar, pero ahora tampoco viajo como antes.