La «Nit de Sant Joan» congregó a miles de personas en torno a los foguerons. Foto: VICENÇ FENOLLOSA.

Desde ramas y matojos hasta un caballo de mar. La forma en la que ardió el fuego en Eivissa anoche venía presidida por una sola característica común: la extrema sencillez de las figuras. Cinco fueron los foguerons que se presentaron al concurso organizado por el Ayuntamiento de Eivissa, (de los cuales todos menos uno hicieron su inscripción formal el último día) -tantos como galardones se concedían-, que recibieron premios que oscilaban entre las cien y las treinta mil pesetas. El fogueron «Salvem Cala d'Hort», confeccionado por el Centro de Menores Bisbe Huix, fue el ganador de una edición humilde, donde esta construcción creada a partir de cartón piedra y pintura (en la que cabía incluso un cartel de «Viva er Beti»). Tras él se situaron los ubicados en Platja d'en Bossa, Cas Serres, Ca n'Escandell y el de Juan XXIII confeccionados por las respectivas asociaciones de vecinos. A ellas se sumaron a lo largo de la noche las hogueras de Portal Nou, promovida por el Institut d'Estudis Eivissencs, la de Sant Joan de Labritja, dos en Sant Antoni y una en Sant Rafel. Música, conciertos y actuaciones acompañaron algunas de las citas con el fuego, englobadas en un marco de magia y tradición. Supersticiones que se apoyan hace siglos en habas para las chicas como sinónimo de buena o mala suerte, según estén peladas a la mañana siguiente o no; en el agua arrojada a la calle adivinando al futuro esposo; en la dirección del viento que prima ese día o en la belleza de las mujeres en función de la hora en que se lavasen la cara. Historias que hacen de la celebración del solsticio de verano, del día más largo, una fecha imprescindible para apostar, a través de las llamas, por un futuro sin cenizas.