Que el agua es un bien limitado y escaso no es nuevo. Pero que las autoridades tengan que restringirlo porque no hay suficiente sí es novedad. La situación límite que vive estos días Formentera -con cortes en el suministro entre la una y las siete de la madrugada- ha puesto de manifiesto que el problema es tan grave como habían asegurado aquellos que normalmente son tildados de «alarmistas».

En estos momentos se conoce la situación exacta de la menor de las Pitiüses, pero no la de Eivissa. El conseller de Medi Ambient del Consell Insular, Joan Buades, reconoce que es imposible saber de manera exacta cuánta agua hay en esta isla y cuánta se pierde diariamente por la red de distribución. En cualquier caso, las previsiones y las cifras existentes no son muy halagüeñas. Se sabe que en Mallorca hay municipios donde la red pierde hasta un 60 por ciento de sus existencias, en Eivissa podría estar ocurriendo lo mismo.

El conseller ecologista tiene claro que cualquier solución que se quiera poner en marcha tiene que venir complementada por un mayor ahorro de este preciado bien. Ni construir más potabilizadoras ni utilizar el agua de los pozos son arreglos a largo plazo que conduzcan a situaciones sostenibles. «Si potabilizamos más agua estamos consumiendo cada vez más energía y contribuyendo al cambio climático; si utilizamos los pozos nos dirigimos claramente a salinizar los acuíferos», explica Buades.