Los andaluces residentes en la isla decidieron poner ayer el punto y final a su feria ibicenca de una forma tan original como cotidiana en la comunidad valenciana: con arroz. Una comida a las tres de la tarde congregó a numeroso público que quiso dar el último adiós a su tradicional celebración.

Vestidos de faralaes, los asistentes al convite popular dibujaron un curioso panorama en el que los volantes, «rebujitos» y farolillos se mezclaban con la lengua catalana y un tiempo algo menos caluroso que el de su tierra de origen.

El fin de semana cerró por zanjados los huecos y asientos vacíos de las primeras jornadas (el evento comenzó el pasado miércoles) que coincidieron con días laborables lo que quizá frenó a la hora de acudir al Recinto Ferial. Sábado y domingo las casetas repletas fueron una constante que dejó a todos con un exquisito sabor de boca que la paella se encargó de reforzar.

Las previsiones apuntaban a un incremento de visitantes con respecto a la cifra del año pasado, cerca de 15.000 personas, expectativas que, sin duda, se han cubierto con creces.

Para el año que viene el reto pasa por encontrar una ubicación permanente que abandone el frío asfalto de esta edición por la tradicional arena. El resto, la alegría, las ganas de fiesta, los conciertos, actuaciones y flamenco, perdurarán en la primera fiesta andaluza del milenio que llegará con el carácter de sus predecesoras.