PEDRO PRIETO
ENVIADO ESPECIAL
Ayer fue el gran día. A las diez de la noche Fidel Castro recibió a la delegación balear, presidida por Francesc Antich, que durante cinco días ha estado visitando Cuba. A las nueve y media entrábamos nosotros en aquella enorme mole, mitad palacio, mitad oficinas, cuya fachada principal mira hacia la plaza de la Revolución, sancta sanctorum de la República Cubana.

Tras un minucioso registro por parte de seguridad, a través de amplios pasillos, llegamos a la antesala del comedor donde cenarían ambas delegaciones, frente a frente, y donde prolongarían la sobremesa entre sorbitos de ron y fumatas de habanos hasta pasadas la cuatro de la madrugada, con lo que se demostró una vez más que el mejor aliado de Castro sigue siendo la noche, en la que se siente como pez en el agua, muy distendido y comunicativo. Poco antes de las diez nos invitaban a entrar en la otra antesala, y nos colocaron en la encrucijada de dos pasillos.

Estaba claro que la expedición balear entraría por un extremo y Fidel Castro por el otro, encontrándose frente a nosotros. Así fue. El primero en llegar fue el presidente cubano. Vestido con el uniforme militar, Castro avanzaba a paso rápido por el pasillo de nuestra derecha. Tras saludarnos con un «buenas noches», se detuvo justo por donde deberían pasar los baleares y, haciendo como si nos acabara de descubrir, se acercó hacia nosotros.

«Creo que me retrasé dos minutos», dijo Fidel, consultando su reloj de muñeca, sin mirar a ninguna parte, pero llamando nuestra atención. A continuación siguió avanzando hacia las compañeras, a quienes preguntó: «¿Prensa española?». «De Baleares», respondió Andrea, del servicio de Prensa del Govern, muy emocionada y algo nerviosa, más que nada por tener a quien tenía delante mirándola atentamente.

«¿Baleares no estará aspirando a la independencia?», preguntó Fidel, quien se interesó por los detalles de la estancia de la delegación balear en Cuba. A continuación se sirvió un refresco y... bueno minutos después parecían amigos de toda la vida. O al menos ésa era la impresión que daban.

Cerca de las cuatro de la madrugada volvimos a ver al presidente en el hall del hotel, donde nos contaron cómo fue aquel encuentro que había finalizado minutos antes. «Esta reunión, con cena incluida, que acabamos de mantener por espacio de seis horas, además de histórica, ha sido muy positiva», comentó Antich. «Hemos visto a un comandante muy interesado en conocer la situación de Balears a través de los temas económicos y medioambientales. Al mismo tiempo quiso saber sobre sus instituciones y, cómo no, sobre las próximas elecciones generales, recomendando que en ellas las izquierdas vayan unidas, por lo que le ha parecido muy bien esa aproximación entre socialistas e Izquierda Unida.

Cenaron pastel de verdura, langosta, carne, pastelitos, helados y, cómo no, habanos.