A las ocho de la mañana, Pura Olesti, la enfermera de la unidad de Cirugía Mayor Ambulatoria (CMA) de Can Misses, recibe a los pacientes procedentes del servicio de admisión. «Les explicamos cuánto tardará la intervención, contestamos sus preguntas, rellenamos el papeleo y le suministramos la medicación para prepararlos al quirófano», declara Pura. De allí al quirófano, donde les operan y pasan a la sala de despertar. El proceso tiene similitudes con un ingreso normal en un hospital. La diferencia estriba en el tiempo, a las pocas horas vuelven a su casa.

«El enfermo no se queda en el hospital. Se van a casa, que es mucho mejor para ellos, pero sin ningún miedo», añade. Una vez salen del hospital los pacientes, no se pierde el contacto. Las enfermeras les hacen un control telefónico a las 24 y 72 horas de la intervención para comprobar la evolución. «Todo el mundo dice que es fantástico irse a su casa, porque saben que nunca están solos», apunta la enfermera.

Pura Olesti, que estuvo en Oncología antes que en la CMA, recuerda los recelos del principio cuando se montó la unidad: ««Había cirujanos que no creían en la cirugía mayor y se les ha tenido que convencer, igual que a los pacientes». Tres años y medio después de poner en marcha la unidad no hay reticencias, Can Misses ha superado el número de intervenciones sin ingreso a las que requieren hospitalización. Además, se han aumentado el número y el tipo de operaciones (desde hernias a histeroscopias). Más de 3.500 ibicencos han recurrido a este tipo de cirugía.

Un balance de la labor realizada por el equipo de Can Misses se plasmó en el trabajo «Impacto de la cirugía ambulatoria en la actividad quirúrgica del hospital Can Misses», que se presentó en la Conferencia del Milenio, organizada por la Federación Internacional de Hospitales a finales de mayo en Palma. El estudio, que compitió con otros 70 trabajos, fue premiado en la categoría de acreditación y calidad.