Las doce del mediodía en punto. El olor a incienso indica que todo está preparado en el templo religioso para celebrar la misa solemne. La gente se concentra a sus puertas ataviada con las mejores galas. Un grupo de alumnos convierte el acto en una oportunidad para recaudar fondos de cara al viaje de fin de curso. Mientras, los chiringuitos, la tómbola y los bares se preparan para recibir al término de la misa a la gente. Banderines identificativos de la bandera balear se reparten por las calles principales. Los coches se amontonan en las cunetas. Efectivos de la Policía Local y de la Guardia Civil vigilan el entorno para que todo discurra por los cauces de la normalidad. La carpa adjunta a la iglesia está vacía. Luego acogerá el ball pagès. Santa Gertrudis celebra su día grande.

La misa comenzó a la hora prevista. La ofició el obispo de Eivissa y Formentera, Agustín Cortés. Al acto acudieron también el vicepresidente del Consell Insular, Vicent Tur, y el alcalde de Santa Eulària, Vicent Guasch. El sol lució durante toda la mañana. Pero, por si acaso, el Ayuntamiento dispuso de una carpa para evitar que el tiempo condicionara la celebración del día grande de fiestas. Al concluir la misa, los párrocos y la gente de la localidad salieron con seis imágenes religiosas para efectuar la procesión. A su regreso, llegaba el momento de la celebración.

El folklore hizo acto de presencia. La colla de Santa Gertrudis se encargó de animar el ambiente con su ball pagès. Como manda la tradición, para acompañar los manjares hubo vino en porrón y orelletes. Los que quisieron viandas complementarias pudieron recurrir a la barra que se instaló junto a la carpa, donde se pudieron adquirir tapas variadas.

Para reposar los actos matutinos, la comisión de fiestas convocó a la gente de nuevo a las ocho de la tarde. Los xeremiers de Mallorca tomaron el relevo.