La cueva de Can Marçà se ha convertido en el inusual hogar de un Belén muy especial. Foto: V. FENOLLOSA.

Rincones rocosos y milenarios que se convierten en contexto para ubicar un Belén de Navidad construido para evocar las labores típicas ibicencas. Esta es la iniciativa con la que, por primera vez en los 20 años que lleva abierta al público la cueva de Can Marçà, su responsable, Juan Escandell, ha querido aportar una visión de las fiestas navideñas adaptada al recorrido que propone el resto del año a los visitantes. A lo largo de éste se reparten las figuras del Belén en cinco escenas que aprovechan la orografía del terreno "compuesto por estalactitas, estalagmitas y perfiles erosionados por el paso de los años" para enseñar una versión original de un Belén con señas de identidad propias.

El entramado, con una superficie de unos 50 metros cuadrados, se compone de figuras elaboradas a base de barro y tela que se encuadran en unas construcciones hechas a mano que repasan los útiles tradicionales de labranza y pesca ibicencos. Juan Escandell ha contado con la ayuda de Juan Den y Toni Caramunt para construir los detalles, ya que las figuras son de origen murciano.

Como señala el responsable de la cueva, «hemos reproducido cuatro torres de vigilancia ibicencas, barracas de pescadores y huertas payesas para reconstruir el pasado de la isla y ubicarlo en la cueva junto con los motivos propios de un Belén navideño». La labor les ha mantenido ocupados durante dos semanas en las que han tenido que trabajar de siete de la tarde a dos de la mañana.

«La idea surgió al observar las estalactitas, algunas de las cuales se asemejan a figuras. Aunque mi intención era aprovechar la propia orografía, finalmente no pudo ser por temor a estropear muchos años de historia». Así explica Juan Escandell el génesis de su idea. Un Belén que recuerda el nacimiento de Jesús hace 2.000 años en una cueva que tiene más de 100.000.