Los rocieros de Sant Antoni marcharon hacia Port des Torrent ataviados con los trajes típicos. Foto: O.D.

Y el Rocío llegó a Sant Antoni marcado por la anécdota. La misa, oficiada por el obispo de la diócesis, Agustín Cortés, se desarrolló por los cauces de la normalidad. Los cánticos rocieros de los romeros dentro del recinto parroquial tampoco sufrieron imprevistos. La colocación de la imagen de la Virgen en la carreta ubicada junto al porxo fue correcta. Hasta que el sonido de los tambores y de las campanas que marcaba el inicio de la procesión hasta es Port des Torrent rompió el proceso natural de la celebración. La mula que tiraba de la carreta principal de la comitiva se asustó al llegar a la altura de la calle Obispo Torres, lo que motivó el consiguiente cambio del programa.

La iglesia de Sant Antoni se llenó con los miembros de la Hermandad Rociera para venerar a la imagen protagonista del fin de semana: la Virgen del Rocío. Una misa cantada oficiada por el obispo significó la apertura de los actos previstos por este colectivo. A la conclusión de la misma, una carreta engalanada con flores, jarrones y quinqués de plata esperaba para iniciar la comitiva que encaminaría a los romeros al lugar de convocatoria: el pinar de Cala de Bou, en es Port des Torrent. Pero la salida no fue fácil.

El numeroso público por un lado, y el estruendo de los tambores y del badajo del campanario hicieron que la mula temblara de miedo. Quizás fue el número de carretas rocieras, trece, el que puso la nota de mala suerte. Todas ellas esperaban la llegada de la santa en un margen del Passeig de ses Fons y tuvieron que hacer una salida en falso porque la carreta principal tenía que ir delante y llegó por detrás de la cola. Superado el imprevisto, la comitiva partió. Palmas, canciones andaluzas, saludos y piropos continuos marcaron el trayecto. Y es que los romeros pudieron gritar finalmente con tranquilidad: «¡Viva la Virgen del Rocío!».