Un ilustre como Josep Lluís Sert tiene su propia obra inconclusa en es Caló d'en Serra. Foto: KIKE TABERNER

Fiascos empresariales por crisis económicas, desgaste de negocios, lapsus sin límite de tiempo para la puesta en marcha de obras ya iniciadas, estructuras ilegales por no contar con las licencias pertinentes, lentitud en la construcción o prorrogar el estreno de manera indefinida son los principales motivos por los que muchas edificaciones pasan a 'adornar' el paisaje de los municipios de la isla. Ultima Hora Ibiza y Formentera ha recorrido algunas de esas construcciones para comprobar la contaminación paisajística que generan en los enclaves en los que se encuadran.

Uno de los ejemplos más escandalosos de mal gusto es el Festival Club, situado en la cima de una colina de Sant Agustí, en el término municipal de Sant Josep de sa Talaia. Una mole de cemento con diversas estancias y una especie de explanada rodeada por un anfiteatro es lo que queda de un lugar que acogió hace tres décadas y durante los dos años que permaneció abierto varios espectáculos de dudosa calidad enfocados para la colonia de extranjeros que venían a Eivissa de vacaciones. Actualmente se desconoce quiénes son los propietarios y asumir el gasto de demoler su estructura es muy alto para el Ayuntamiento. Se ha decidido que sea la propia naturaleza la que con el tiempo oculte el cemento. Pero el lugar está lleno de pintadas, cristales, cascotes, basura y escombros. Cualquiera puede acceder a su interior con el peligro que conlleva, dado que en ningún sitio se indica su estado de ruina.

Lo de demoler una ruina es ruinoso vuelve a sonar en el municipio de Sant Joan, En es Caló d'en Serra descansa desde hace 20 años el hormigón que quería dar forma a un complejo hotelero de lujo diseñado por el prestigioso aparejador Josep Lluís Sert. En este caso ocurre algo similar, y es que no se pueden correr con los gastos de la demolición en un lugar tan inaccesible. Los bañistas se encuentran con esta estructura pocos metros antes de acceder a la playa. El único obstáculo que encuentran para acceder al complejo es un letrero escrito con tiza en el que se puede leer: «Prohibido el paso por la obra». Algo que, por la curiosidad, puede pasar inadvertido. Este aspecto queda demostrado en que sus paredes interiores están llenas de garabatos y de nombres.

En el mismo municipio, en un lateral de la torre de defensa de Portinatx permanecen los escombros y el amasijo de hierros de lo que hace diez años iba a ser un hotel de cinco estrellas y con doce habitaciones del empresario Javier Cabau. Como en los otros enclaves, el lugar es cebo de una basura que no permite disfrutar con el esplendor que merece una de las mejores vistas de la bahía.

Este empresario es a la vez responsable de dos discotecas cuyos ladrillos descansan en Sant Antoni y en Eivissa y que no abren sus puertas. La primera es Idea, un club que nunca llegó a abrirse y que hoy no es más que una inmensa estructura metálica sin saber qué va a ser de ella. Recibe a los a conductores que acceden a Sant Antoni desde la carretera de Sant Josep. El empresario ha asegurado que recibirá la forma definitiva antes del verano. La otra sala está en el Paseo Marítimo de Eivissa y sí llegó a abrir sus puertas. Es la discoteca Zulú -antes Angel- que cerró hace un lustro y que por el momento permanece en este lugar privilegiado, donde se encuadran otros lugares míticos de la noche ibicenca y el acceso a los puertos deportivos -puntos neurálgicos de la vida veraniega en la ciudad-.

En el municipio de Santa Eulària la estructura que más llama la atención es la del futuro hotel de cinco estrellas Fenicia, al que se accede por la urbanización Siesta. Un edificio que actualmente se encuentra en un estado que permite ver agujeros en las vigas, las vallas de madera semicaídas y el andamiaje oxidado. En octubre se volará alguna de sus alturas y se reestructurará su planta principal para reducir la contaminación paisajística. En zonas residenciales como Jesús o Port des Torrent (Sant Antoni) hay numerosas casas din terminar.