Vicente Torres Colomar, más conocido como Vicent de Can Ferrer, no contabiliza su edad por primaveras vividas: «He ido a 73 Misas del Gallo», bromea al decir la edad que hoy cumple. Este vecino de Santa Eulària, carpintero de profesión y vocación retirado desde hace unos años, dedica gran parte de su tiempo libre a labores de cantería, concretamente a la fabricación de molinos de grano manuales, un elemento muy difundido antaño en los hogares payeses. «Estos molinos de hacer sémola de trigo o maíz se utilizaban antiguamente muchísimo para hacer la harina con la que amasar el pan. Aunque yo ya no lo he vivido, sé que la mayoría de las casas tenían estos molinos y la gente cada noche en su hogar molía el grano con el que obtenía la harina para hacer el pan al día siguiente», explica Vicent de Can Ferrer.

Lo que empezó siendo una afición se ha convertido en los últimos cinco años en algo más, ya que los molinos elaborados por este artesano para sus hijos y familiares ahora son ya objeto de deseo de numerosos payeses y colectivos de la isla. «Ahora tengo muchos encargos de particulares que tienen casas de campo antiguas. Uno de los molinos más pequeños lo hice para el Camp de Aprenentatge de Sa Cala, donde lo utilizan para mostrar a los niños cómo se obtenía la harina antiguamente», explica orgulloso este artesano.

«Estoy contento con los resultados de mi trabajo en la piedra, y la verdad es que soy una persona activa. Me gusta trabajar. Por eso cuando me jubilé y dejé la carpintería, en lugar de ponerme a ver la televisión, opté por realizar los molinos. Es algo que me gusta, me entretiene y encima es útil», resume orgulloso el único fabricante de molinos manuales de piedra de Eivissa. Después de cinco años Vicent tiene en su curriculum como cantero aficionado a los molinos manuales alrededor de 20 creaciones. «Suelo coger las piedras en la cantera de las minas de s'Argentera de Sant Carles y después les voy dando forma poco a poco con la ayuda de punteros, martillos, compases y mucha paciencia», explica.

Vicent de can Ferrer confiesa que lo más complicado de todo el proceso de fabricación de las dos piezas de piedra que componen el molino, «es hacer los agujeros en los que se coloca el tornillo metálico que es lo que hace rodar las dos piezas. Muchas veces si no se hacen bien se puede romper la piedra y estropearse toda una pieza», relata este artesano.