La elección de los mejores mariol·los de 2002 puso la guinda a esta velada de tintes tradicionales. El Carnestoltes llamó de un en uno a los participantes y les asignó un número para que el jurado tuviera menos dificultades a la hora de deliberar quiénes serían los ganadores. Como es costumbre, el concurso se desarrolló por los cauces de la broma constante, la mofa y las inevitables carcajadas despertadas entre los asistentes. La alta participación -más de 70- obligó a los miembros de la participación a elevar los premios de uno a dos viajes en cada categoría -infantil y adulta-. Así, además de la estancia en Tenerife para el ganador adulto se añadió un viaje de fin de semana a Palma. Por su parte, en el apartado infantil se sumó al regalo de Porta Aventura otro segundo de Terra Mítica.

Los niños fueron los primeros en salir al escenario de la carpa municipal. En total 50 disfraces, la mayoría no fueron precisamente mariol·los, ya que carecían de uno de los requisitos fundamentales: que fueran caseros, improvisados con harapos de andar por casa. Hubo para todos los gustos: brujas, vaqueros, abejas... Pero el jurado se decantó por un niño disfrazado de vagabundo -con carro y todo- y por una niña que eligió los motivos fashion. En el apartado adulto, los ganadores de los viajes a Tenerife y a Palma respectivamente fueron los que eligieron a un espantapájaros jubilado -por su trabajosa elaboración- y a un verro caguetes, por su originalidad.