Los que han sido los habitantes de la 'Eivissa Medieval' durante dos días y medio tuvieron ayer que dar un salto en el tiempo y devolver al recinto amurallado su aspecto actual, adecuado para el año en que vivimos. Ha sido un fin de semana de músicas, sabores y personajes diferentes. Los pitiüsos han podido pasear por la que es su ciudad y ya conocen como si de un lugar nuevo se tratase, sorprendiéndose a cada paso con lo que encontraban. Pero tras la fiesta y la multitud llega el momento de recoger y de limpiar el que ha sido el escenario de este salto en el tiempo.

Durante la mañana de ayer los propios comerciantes que hasta el domingo se habían vestido con ropas medievales, se despojaron de ellas, se vistieron con unos modernos vaqueron y desmontaron cada uno de los 150 tenderentes que poblaban las calles del castillo. Tras ellos fueron los barrenderos los que también tuvieron un duro trabajo, limpiando toda la basura que habían dejado los vistantes. Y no sólo basura, sino restos de lo que fue la decoración del mercado, como por ejemplo, los montones de paja que adornaban la zona 3, la que albergó a los animales. Dalt Vila vuelve ya a ser la de siempre, al menos hasta dentro de un año, cuando se volverá a engalonar para intentar superar la cifra de 110.000 visitantes de este año.