La plaza de la Catedral de Dalt Vila lleva una semana patas arriba por las obras que realiza Gesa para cambiar la iluminación interior de la iglesia. El bar de la esquina se ha visto obligado a echar el candado, mientras que el resto del vecindario, incluidos los comerciantes, están desesperados por el ruido de las máquinas que funcionan ininterrumpidamente desde primera hora de la mañana hasta la tarde.

Las masas de turistas que suben a Dalt Vila para ver la Catedral se encuentran una estampa desoladora: una zanja abierta, piedras, mucho polvo y, sobre todo, un ruido ensordecedor. Muchos de los visitantes que llegan a la plaza por los accesos del Soto se dan media vuelta y regresan por donde han venido. El vecindario no entiende por qué estas obras se llevan a cabo en esta época del año, en plena temporada turística. «Vamos a entrar en julio con la plaza hecha un desastre. No entendemos cómo al Ayuntamiento se le ha ocurrido conceder la licencia de obras en este momento», explica un tanto airado uno de los vecinos de Dalt Vila.

Gesa apunta que las obras tienen una duración de quince días y que no empezaron antes porque el Ayuntamiento no les concedió el preceptivo permiso hasta ahora.

Port su parte, el concejal de Urbanismo, Joan Boned, se reunió ayer con un representante de los vecinos de Dalt Vila y se comprometió a pedir a Gesa a que acelere las obras. Concretamente, Boned reclamará a la compañía eléctrica que tape cuanto antes las zanjas abiertas en la plaza por donde pasan los cables de la nueva instalación de la Catedral.