«Hay un horario para hacer sus necesidades». De esta manera respondió un auxiliar de la residencia Cas Serres a un familiar cuando este le advirtió de que una mujer ingresada estaba sucia a consecuencia de los excrementos. El olor nauseabundo se apoderó de todo el pasillo donde la mujer cuidaba a un familiar. La situación de Cas Serres, según las familias que protestaron ante la dirección del centro en la reunión celebrada a principios de diciembre, sigue siendo similar y algunas familias de internos mantienen que pocas cosas han cambiado desde entonces. «Mi madre estuvo antes muy bien cuidada, pero ahora voy yo porque hay cosas que no se hacen», asegura un familiar ante la situación actual.

No se sienten satisfechos con el cuidado que se presta, ya que en más de una ocasión se han encontrado con su familiar en el suelo o con restos de vómitos. «Me encontré a la mujer debajo de la cama. Después de comer la cambiaron, se olvidaron de poner la barandilla y se cayó», recuerda otro de los familiares. «No nos quejamos del trato de los médicos, sino del abandono y del caos», precisa una de ellas. En alguna ocasión han decidido poner una reclamación, pero finalmente lo han descartado. «Me convencieron para que no lo hiciera», apunta. Las caídas de los enfermos es una constante preocupación por parte de los familiares. «Siempre se cae cuando no estoy yo ni la señora que lo cuida», comenta un familiar. Tras una de las caídas la mujer tuvo que ser ingresada en el hospital Can Misses con varias fracturas. «Una vez se cayó de la cama porque no habia barreras, pero las que adquirieron se movían y había que atarlas», relató.

«Nadie supervisa, ni mira», lamentan. La situación de la residencia ha hecho mella incluso en algunas de las familias. «Me está costando la vida», dice un familiar. «Estoy deprimida por todo esto», añade otro familiar ante esta situación. El temor a las represalias es la razón que argumentan para no facilitar su identidad ni el parentesco con las familias. «Me dicen que si no estoy a gusto con la atención y no tengo confianza en ellos, que me lleve a mi pariente», afirma. «Muchas veces me voy enferma a mi casa y me harto de llorar de la impotencia», relata la cuidadora angustiada.