Bernat Joan, ante el monumento de Guillem de Montgrí.

Después de descender en procesión por las calles Major y Ciriac, músicos, banderas de todos los colores, el grupo de ball pagès y la comitiva política y religiosa llegaron al monumento de Guillem de Montgrí para homenajear al obispo catalán que conquistó la ciudad y la convirtió al cristianismo.

El acto no contó, como era siendo habitual, con el discurso del presidente del Consell Insular, Pere Parau. Esilencio oficiafrente a la estatua yacente del tarraconí, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), con el diputado europeo Bernat Joan a la cabeza, fue roto con un breve discurso soberanista ante un auditorio más bien escaso pero muy satisfecho.

Además de la ausencia de un discurso oficial, el acto tuvo otro elemento diferenciador: las autoridades políticas impusieron dos coronas en lugar de una. La primera fue llevada por Pere Palau y Xico Tarrés, mientras que la segunda fue portada por Joan Marí Tur, conseller de Patrimoni, y Jose Juan Cardona, conseller de Industria y Comercio. Todos en fila india y sufriendo el bochorno de un día de agosto a unas horas no muy recomendables, todos los políticos fueron testigos de la supervivencia de una identidad cultural con la muestra del ball pagès, símbolo de un pasado que todavía perdura aunque lo haga de diversas formas y maneras.

Olvidando las diferencias en el modo de entender el pasado y la identidad, el acto transcurrió sin ningún tipo de incidentes que recuerden a los del año pasado.

C.V.