CONCHA ALCÀNTARA
El cáncer de mama es el más predominante entre las mujeres. A Pilar Brasero Moreno, una toledana afincada en Eivissa, le diagnosticaron un cáncer de mama a principios de 2005. Recibió tratamiento de quimioterapia y radioterapia. Cada tres meses tiene que volver al hospital a las revisiones de los marcadores tumorales, que vive con «esa cosilla por dentro, pero me digo que no tengo nada», dice esta mujer que respira optimismo y vitalidad. Todo empezó un año antes, en julio de 2004, con una autoexploración se notó un bulto en el pecho cuando estaba cuidando a su madre hospitalizada por un cáncer de ovarios en Toledo. Pilar esperaba los resultados de una mamografía y una ecografía de mamas. No era la primera vez que se hacía esta prueba. «Tengo los pechos muy fibrosos y he tenido bultillos, pero nada importante», recuerda. Pere aquel bulto le mosqueó y llamó a Can Misses, «pero no salía nada». Optó por una segunda prueba, que se hizo en Talavera, pero recibió la misma contestación. Después de las Navidades, finalmente le confirmaron sus sospechas cuando acudió a un médico privado: tenía un nódulo y había que operar.

Una punción realizada determinó la existencia de células malignas. La noticia la recibió sola en la consulta mientras una amiga la esperaba fuera: «Reaccioné bien primero, pero cuando empezó a decirme que había que hacer las pruebas rápidas, que me tenían que operar y que probablemente me tenían que quitar el pecho, arranqué a llorar. Esto iba en serio». El 20 de mayo de 2005 fue operada en el hospital Can Misses. No fue necesario extirparle el pecho ya que el tumor estaba muy localizado. Habla maravillas del personal. «A Can Misses le doy un sobresaliente, a Cirugía, a Oncología y a todos». Tras la operación vino la quimioterapia y la radioterapia. Pilar reconoce lo duro del tratamiento, sobre todo la quimioterapia. «Es como la gripe, pero los efectos se multiplican por mí», comenta.

Afrontó la caída del pelo sin caer en el desánimo y con los primeros mechones en la mano decidió raparse la cabeza: «Yo ya había visto esto en mi madre y sabía que crecía después. Se te caen las pestañas, las cejas y te cambia la cara. Iba con pañuelos o calva, que está de moda».También hizo frente a otro de los síntomas del tratamiento, como las nauseas. «Vomitaba siempre el desayuno pero volvía a comer lo mismo. Pensaba 'algo se me quedará dentro». Pilar asegura que no tenía miedo a morir, «sino a sufrir y pasarlo mal; siempre he sido positiva y sabía que el cáncer de mama tiene muchas posibilidades de curación». «En ningún momento pensé que iba a morir sino que esta batalla la iba a ganar como sea y que iba a luchar, aunque con esta enfermedad no se sabe», comenta.