Eva Planells, sonríe frente a una de las paredes llenas de jeroglíficos de la tumba en la que trabaja en Egipto. Foto: GUILLERMO ROMANÍ

Preguntarle a Eva Planells, ibicenca de Santa Gertrudis y con 28 años, en medio del desierto egipcio ¿qué hace una chica como tú en un sitio como este? sólo obtendría una respuesta: «Disfrutar de una experiencia inolvidable». Planells forma parte de la misión arqueológica que se está llevando a cabo, por cuarto año consecutivo, en la tumba de Monthemhat en el Alto Egipto en las proximidades de Luxor.

No es una oportunidad baladí ya que Monthemhat -siglo VII antes de Cristo- fue un personaje crucial en el Egipto de los faraones. Aunque ya habían pasado las épocas de máximo esplendor, Monthemhat fue un superviviente político de una tradición familiar de gobernantes en la antigua Tebas, la actual Luxor, que fue importante con los últimos faraones negros, los procedentes de Nubia, sobrevivió a la conquista de los hititas y al mismo tiempo propició que los faraones blancos del delta, como Psamético I, ocuparan de nuevo el trono.

Por ello, Monthemat fue nombrado cuarto sacerdote de Amón, alcalde Tebas y gobernador del Alto Egipto, que significa algo así como ser el amo de dos terceras partes del país. Ello se refleja en la gran tumba que construyó para su descanso eterno, infinitamente más grande que las de muchos faraones como Tutankhamon, Ramses II o Ramses III, Seti I, los Tutmosis y Amenofis de la época de máximo esplendor de las dinastías que gobernaron Egipto hace más de treinta siglos.

Sin embargo el sarcófago de Monthemhat y su momia aún no han aparecido. Pero para Eva Planells eso es, en cierto sentido, lo de menos: «Estoy disfrutando de una oportunidad única y llegó de forma casual. Fue un poco curioso, el pasado verano estuve haciendo unos cursos sobre pintura mural y el profesor nos ponía imágenes de pinturas egipcias porque había estado trabajando ahí. Al comentárselo a una amiga ibicenca me habló de que en Formentera vivía durante largas temporadas y desde hacía décadas un egiptólogo que estaba al frente de una misión arqueológica de gran interés y a través de su padre pude hacerle llegar el curriculum y me aceptó».

Planells, que se muestra muy discreta en todo momento ya que algunas compañeras ya llevan tres campañas en la tumba, señala: «Egipto siempre me ha fascinado, pero realmente no soy egiptóloga, sino restauradora, aunque debo reconocer que para mí es muy importante y gratificante poder trabajar en la tumba de Monthemhat, a pocos metros del templo de Hatsepshut y del Valle de los Reyes».

Y en este sentido afirma que la suya «es una experiencia única en todos los sentidos, es otro país, otra cultura, otra religión y cada día ves cosas nuevas, pero en el trabajo en sí mismo también tratas con materiales nuevos y el trabajo con las compañeras es muy enriquecedor, me aportan conocimientos que no tenía». Y si se le pregunta si le gustaría repetir el próximo año -las campañas egiptológicas, por el clima se centran entre diciembre y finales de febrero- su respuesta es entusiasta: «Ojalá pueda volver, no me lo pensaría ni un segundo».

«Soy ibicenca -explica- y me salió la oportunidad de venir a trabajar en esta misión en Egipto y aquí estoy, haciendo mi trabajo de restauradora, ya que ésa es mi formación, especialmente en lo referente a esculturas; y aunque siempre me ha interesado la arqueología, no había tenido la oportunidad de participar en una misión como ésta. Sí es cierto que he trabajado con cerámica en períodos de prácticas, pero ahora estoy trabajando con materiales nuevos y es muy interesante».

De la labor que lleva desarrollando, Planells apunta: «Al principio estuve trabajando en diversas salas interiores de la tumba con un grupo de compañeras que son arqueólogas y básicamente limpio fragmentos de cerámica, los clasifico, limpio e intento encajarlos, haciendo un puzle para que posteriormente ellas puedan determinar a qué período histórico pertenecen en función de su tipología específica». Se trata de un trabajo duro, ya que las partes más inferiores de la tumba, que llegan a casi 30 metros por debajo del nivel del suelo y donde el calor es brutal, fueron viviendas de okupas de diversas civilizaciones durante muchos siglos, y posteriormente albergaron grandes colonias de murciélagos. Trabajar con ese material bajo tierra está limitado a media hora y con máscaras especiales ya que los excrementos de los murciélagos son sumamente tóxicos e incluso cuando Eva y sus compañeras los limpian al aire libre siguen con máscaras para no tener problemas respiratorios.

Parece que la mayoría de las cerámicas en las que ahora se está trabajando pertenecen al período greco-romano y algunas de ellas han sido encontradas prácticamente intactas, aunque luego hay miles de fragmentos que habrá que intentar ensamblar y recomponer -relata Planells-, para quien «trabajar in situ es una maravilla». «No me gusta estar en un taller, un museo o en un despacho, lo que quiero es desarrollar mi labor sobre el terreno, en edificios históricos, en tumbas, viendo mundo».

De todos modos, la joven restauradora ibicenca señala que su experiencia laboral «no es muy amplia». «Primero estudié Historia del Arte, luego Restauración y posteriormente he trabajado seis meses en un claustro mudéjar de Teruel con una capilla del siglo XVIII, y el trabajo no era tanto de restauración sino de restitución, creando moldes de partes que faltaban. Además de un período en la isla de Santorini, he estado trabajando en Sa Llotja de Palma , un edifico muy 'chulo' de interés cultural, donde mi labor se ha centrado en la limpieza mecánica, minimizar la alteración de la piedra producida por la contaminación, retirar la costra negra que había, compaginando la documentación fotográfica y haciendo el seguimiento de las intervenciones que se realizan en Sa Llotja». G. Romaní